La ideación suicida es un indicativo de que estamos atravesando una situación emocionalmente intensa. No tiene porque ser un pensamiento real de morir, sino un deseo de que ese sufrimiento por el que transitamos termine. En muchos casos, se trata de una sensación de desesperanza, que nos encierra en una visión de túnel donde parece que la única salida es acabar con todo. Sin embargo, la realidad es que esta idea está influenciada por factores modificables: el sentimiento de soledad, la frustración, la sensación de fracaso o la pérdida de un entorno protector como la familia o los amigos.
Este tipo de pensamientos han sido más comunes en personas de mediana edad que sentían que nunca alcanzarían sus metas o que, al lograrlas, no obtenían la satisfacción esperada, lo que los llevaba a perder la ilusión por vivir. Hoy en día, esa ideación suicida por balance, también afecta a jóvenes que se perciben lejos de conseguir una visión idealizada de estabilidad laboral, económica o afectiva.

Echeburúa 2015. Riesgo de comportamiento suicida (Mann et al, 2005)
En adolescentes, la ideación suicida puede manifestarse a través de comportamientos de alto riesgo, como adicciones o deportes extremos, en los que pierden el control como una forma de expresar su sufrimiento, sin verbalizarlo, lo que se denomina, los equivalentes suicidas. También pueden presentarse comportamientos autolesivos, como cortes o quemaduras, que funcionan como un intento de aliviar la tensión emocional. Es importante recordar que no se trata necesariamente de una falta de ganas de vivir, sino de un deseo de escapar del dolor emocional que genera la mera existencia.
Factores que permiten la ideación suicida
odos tenemos rasgos psicológicos que nos predisponen a experimentar crisis emocionales. Nuestra estabilidad depende de la presión ambiental que podamos soportar. Cuando la ansiedad aparece, nuestro cuerpo nos advierte que estamos alcanzando nuestro límite. Si no tomamos medidas, estos efectos pueden intensificarse, generando pensamientos intrusivos, malestar físico y agotamiento mental. En este punto, la idea del suicidio puede parecer un alivio, una forma de regresar a un pasado idealizado donde el dolor no existía.
Cómo puedo hacer frente a mis ideas suicidas
La presencia constante de pensamientos suicidas indica una situación límite que requiere atención urgente. Estos pensamientos suelen distorsionar nuestra percepción de la realidad, haciéndonos enfocar en lo que nos falta y pasando por alto todo lo que tenemos.
Los problemas de salud mental, como la depresión y el trastorno bipolar, pueden arrastrarnos al pozo de la desesperación. Es fundamental buscar ayuda profesional a través de la psicoterapia o, en algunos casos, con apoyo farmacológico. Otros factores que pueden empeorar la inestabilidad emocional incluyen las adicciones, ya sean con sustancias (como el alcoholismo) o sin sustancias (como la ludopatía), ya que incrementan la ansiedad, la impulsividad y la sensación de falta de control.
El refrán «mientras hay vida, hay esperanza» describe muy bien el camino a seguir, pero también puede verse al revés: «mientras hay esperanza, hay vida». Recuperar la ilusión por vivir implica estabilizar nuestras emociones y cambiar las estrategias de afrontamiento. Para ello, podemos:
- Fortalecer los lazos sociales con amigos y familia.
- Mejorar la imagen que tenemos de nosotros mismos.
- Buscar nuevas formas de encontrar sentido y propósito en la vida, como el altruismo y los cambios en nuestros valores.
Es fundamental entender que los pensamientos suicidas son una señal de que necesitamos hacer un cambio de rumbo, dejar de lado la soledad y explorar nuevas opciones. Con el apoyo adecuado, es posible salir de la oscuridad y encontrar nuevas razones para seguir adelante.
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