La Empatía

Este material forma parte de la Tesis Doctoral La Empatía en la Gestión de las Creencias y Comportamientos Sexistas en Adolescentes. Por Javier Miravalles Mejías, 2015

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La empatía es una variable fundamental en el estudio de la conducta humana, en la que están involucrados tanto los procesos afectivos, como los cognitivos y la intuición misma por lo que su análisis resulta de enorme interés tanto en el ámbito de la psicopatología, como en el estudio de la conducta prosocial, entre otros. La capacidad humana para empatizar se ha venido estudiando desde hace mucho tiempo, y ha sido objeto de numerosas confrontaciones teóricas. La existencia de diferentes teorías sobre la empatía puede hacer suponer que su medida es difícilmente consensuable.

El principal problema de su estudio reside en que es un constructo muy amplio, que abarca diferentes componentes. Por ello, es importante conocer las distinciones terminológicas de cara a saber discriminar entre la empatía y otros conceptos similares. Aunque existe un cierto consenso acerca de los correlatos conductuales de la empatía, no hay pleno acuerdo sobre su definición. Uno de los principales motivos, tal y reside en la discusión sobre si la empatía consiste en “ponerse mentalmente en el lugar del otro” o si por el contrario hace referencia a “sentir la emoción de forma vicaria”.

Etimología del termino

Según la Real Academia de la Lengua Española, la empatía es la “identificación mental y afectiva de un sujeto con el estado de ánimo del otro”; en una segunda acepción, la explica como la “capacidad de identificarse con alguien y compartir sus sentimiento”. Mientras que en el diccionario alemán encontramos tres palabras que tienen  el mismo significado, ya sea como verbo, sustantivo y prefijo: Einfühlen (empatizar, sentir empatía),  Einfühlung (empatía), Einfühlungvermögen (empatía), todas ellas a su vez compuestas por un prefijo común Ein que al traducirlo a nuestro idioma significa  en, dentro de, pero también es un artículo indeterminado y adjetivo: un, número uno, de primera.  Por otra parte, fühlen, es un verbo que se traduce como sentir, percibir, darse cuenta de, y fühlung, es un sustantivo femenino, al mismo tiempo que prefijo que significa contacto. Vermögen que también es verbo y sustantivo, se traduce como ser, y como sustantivo neutro significa recurso, habilidad, medio, capacidad, facultad, talento, ingenio, por lo tanto podríamos entenderlo como ser capaz de. Por lo que la empatía podría definirse entonces como la capacidad de sentirse dentro de las vivencias del otro, pero sin confundirse con él; estar en contacto con uno, con el otro, con el entorno, todo como uno, y uno como todo. Es una forma de encuentro.

El concepto de Empatia

El concepto de empatía entra en el campo de la psicología del campo de la filosofía con dos posturas ya bien diferenciadas. La que la considera como una respuesta afectiva y la que la toma desde un punto de vista cognitivo o perceptual. En la actualidad no existe una acepción acotada, conviviendo multiplicidad de definiciones dentro del ámbito de la psicología.

La variación de las definición reside principalmente en el peso que dan a las diferentes variables que intervienen en el proceso; como son las percepciones, lo cognitivo, lo emocional, lo comportamental, etc. Llegando a la conclusión de que “solo hay acuerdo en que hay desacuerdo”. Una de las dificultades que se presenta es que las definiciones de empatía están basadas o se derivan de una teoría modelo psicológico concreto. Así los acólitos de las teorías humanísticas presentan definiciones con una clara influencia de Rogeriana, el cual define la empatía como sentir las emociones de otro, como si fuera ese otro.(Rogers, 1957). Mientras que los psicodinámicos acuden a Kohut, quien la considera la experiencia de la vida interna del otro manteniendo la objetividad. Por último los psicólogos cognitivos presentan una definición en relación directa con otro concepto ya que, este modelo psicoterapéutico define a la empatía como un proceso que permite colaboración en la alianza terapéutica.  Así concepto queda atrapado entre los modelos teóricos que continúan mostrándose antagónicos, inamovibles.

El paso del concepto teórico, a la plasmación de una definición operacional que permita el trabajo de investigación también ha supuesto un enfrentamiento por falta de consenso. Todos los autores que han trabajado el concepto de la empatía coinciden en que la misma es importante, pero desacuerdan sobre porqué es importante. Este autor menciona que por lo menos se relaciona al término con ocho fenómenos diferentes:

  • Toma de contacto con el estado interno de otra persona.
  • Adoptar la postura o una respuesta neural similar a la persona a la que se observa.
  • Sentir lo que el otro siente.
  • Proyectarse en la situación en la que otro se encuentra.
  • Imaginar cómo piensa o siente otra persona.
  • Imaginar como uno se sentiría en la situación de otra persona.
  • Sufrir ante la observación del sufrimiento de otra persona.
  • Sentimiento que despierta otra persona que está sufriendo.

Como referencia suelen ser tomadas (por ser más usada) las definiciones de Hoffman en lo que al desarrollo de la empatía en niños se refiere: “una reacción afectiva más adecuada para la situación de otros que para la propia”.  Las de Mead y Piaget, que definen la empatía como: “la habilidad cognitiva, propia de un individuo, de tomar la perspectiva del otro o de entender algunas de sus estructuras de mundo, sin adoptar necesariamente esta misma perspectiva”. Y se la vincula a “la experiencia adquirida a partir de las emociones de los demás a través de las perspectivas tomadas de éstos y de la simpatía, definida como un componente emocional de la empatía.

Otras autores toman mas variables multidimensionales, por ejemplo Davis, la define de la siguiente manera: “la empatía es un conjunto de constructos que incluyen los procesos de ponerse en el lugar del otro y respuestas tanto afectivas como no afectivas que resultan de esos procesos”. Este tipo de visiones integradoras que sostienen que la empatía cuenta tanto con componentes emocionales como cognitivos ha llevado a que se realicen diferentes investigaciones sobre si existe una correspondencia entre ambas. Se han encontrado al menos tres estudios que sostienen la hipótesis de la independencia entre ambos variables, al tiempo que Hoffman en un estudio realizado en 1980 había obtenido evidencia que apoyaba la postura contraria.

Además de este debate  sobre el termino empatía (afectivo vs. cognitivo), podemos recoger otros como:

  • Bueno vs. Neutro
  • Sentir o Entender
  • Innato vs. Adquirido

Hay quienes lo relacionan con el desarrollo moral, mientras que para otros el hecho de haber desarrollado habilidades empáticas no implica que la persona actúe a favor del bienestar de la otra persona con la que empatiza.

Se puede comprender la empatía como una capacidad que puede estar presente o ausente en una persona. A la vez esta ausencia o presencia puede ser total o parcial. Si es total, estamos frente a una visión dicotómica en la cual la persona ha de tener dicha capacidad o no, sin un punto medio. En la visión parcial, la capacidad puede ser comprendida como un continuo, en el cual la persona puede poseer distintos grados de empatía. Dada esta vasta cantidad de significados y significaciones, muchos de los psicólogos que se dedicaron a estudiar la empatía se vieron obligados a encontrar un modo de referirse al aspecto de la empatía específico del que querían hablar. De esta manera, es frecuente encontrarse con conceptos tales como:

  • Proyección empática.
  • Precisión empática (empathic accuracy ).
  • Sintonía empática (empathic attunment ).
  • Resonancia empática.
  • Empatía cognitiva.

Algunos desarrollos de la segunda mitad del siglo XX han buscado profundizar sobre alguna habilidad del ser humano que antes se incluía en la concepción general que se tenía de la empatía, pero que para especificarlo desarrollaron nuevos constructos que, dentro de la psicología, tuvieran un desarrollo independiente y cuya definición fuera unívoca. En este caso se puede hacer referencia a constructos tales como “contagio emocional ”, “compasión ” y “teoría de la mente ”. Estos términos se corresponden con alguna de los ocho fenómenos que hace referencia anteriormente.

Una de las conclusiones a las que se puede llegar al ver la dispersión y falta de acotamiento de estas concepciones teóricas es que el concepto de empatía abarca tantas facetas y es tan inespecífico que para referirse a uno de sus aspectos en particular surge la necesidad de crear estos nuevos conceptos.

Evolución temporal del concepto

La siguiente tabla recoge las principales definiciones de empatía.

Titchener, 1920 Utilizó por primera vez el término de empatía. En su teoría la empatía es resultado de una especie de imitación física del malestar del otro, que evoca el mismo sentimiento en uno mismo.
Eisenberg y Strayer, 1992 «Empatizar implica compartir afecto»

 

Hogan, 1969 «La habilidad para comprender la situación de otro»
Mehrabian y

Epstein, 1972

«Una habilidad para sentir por la situación de otros»
Hoffinan, 1990, 1992 «Una respuesta afectiva más acorde con la situación de otro que con la de uno mismo»
Batson et al, 1992

 

«Sentimientos, orientados hacia otro, de preocupación, compasión y afecto sentidos como resultado de percibir el sufrimiento de otra persona»
Bamett, 1992

 

«Empatía denota la experiencia vicaria de una emoción que es congruente pero no necesariamente idéntica, con la emoción de otro individuo»
Thompson, 1992

 

«En la mayoría de los casos parece adecuada una definición de empatía según la cual un observador comparte el tono afectivo general de otro individuo, haya o no un emparejamiento emocional directo. Parece apropiado considerar ambos tipos de respuestas empáticas -las que requieren una mínima inferencia por parte del observador y las que exigen asumir un papel inferencial mayor- como jalones en el continuum de la empatía».
Strayer, 1992

 

«Desde un punto de vista multidimensional, la empatía puede empezar por la atención que un individuo presta a otro en un suceso relevante (real o simbólico). Las fases subsiguientes del proceso empático pueden contener mímica motora, condicionamiento clásico, asociación, transposición imaginal de sí mismo y del otro, y procesos similares como parte de la reverberación que vincula la experiencia de otra persona a nuestra propia experiencia y permite compartir el afecto»
Bryant, 1992

 

«La toma de perspectiva social incluye la comprensión cognitiva de los sentimientos y motivaciones de otros y, como tal, es una destreza instrumental. La empatía, por otro lado, entraña responsividad emocional a los sentimientos experimentados por otros y, como tal, es una experiencia expresiva»
Webster’s Third New International Dictionary, 1971 «La capacidad de participar en, o la experiencia vicaria de, los sentimientos, voliciones o ideas de otro y, a veces, incluso de los movimientos de otro hasta el punto de ejecutar gestos corporales que se asemejan a los del otro»
Eisenberg y Miller, 1992 «Un estado afectivo que brota de la aprehensión del estado emocional de otro y que es congruente con él»
Davís, 1983

 

«Reacción a la experiencia observada en otro», un constructo en el que intervienen diferentes factores: Toma de perspectiva: significa la tendencia a adoptar espontáneamente el punto de vista psicológico del otro, es decir, la capacidad para ponerse en el lugar del otro, identificarse con él; seria el factor más cognitivo de la empatía e implicaría niveles de desarrollo cognitivo superior; Fantasía: se refiere a la tendencia del sujeto a introducirse imaginativamente en los sentimientos y acciones de personajes ficticios de libros, películas o juegos; este factor implica también una capacidad de representación mental e imaginación; Preocupación empática: constituye junto con el «malestar personal» la respuesta más emocional de la empatía; describe los sentimientos de simpatía y preocupación «orientados al otro» que se encuentra en una situación negativa; Malestar personal: se refiere a los sentimientos de ansiedad personal «orientados al yo» que se producen en situaciones de tensión interpersonal.

 

Razonamiento Moral, Prosocial y Empatía

Para Kohlberg, uno de los factores que incide en el desarrollo moral son las ocasiones de tomar la perspectiva de los otros. Según Kohlberg, hay estructuras universales del entorno social que son básicas para el desarrollo moral. Todas las sociedades tienen muchas instituciones básicas, instituciones de familia, economía, estratificación social, ley y gobierno comunes. Además de estas instituciones comunes, todas las sociedades son parecidas en el simple hecho de tener instituciones, es decir, en tener sistemas de expectativas de rol complementario definidas. En las teorías cognitivo-evolutivas o “simbólico interactivas” de la sociedad, el primer significado de la palabra social es la característica humana de estructurar la acción y el pensamiento mediante la toma de perspectiva, la tendencia a reaccionar hacia el otro como alguien igual que uno mismo y la tendencia a reaccionar a la conducta de uno en el papel del otro.

La estructura de la sociedad y de la moralidad es una estructura de interacción entre el ego y otros egos que son como el ego pero no lo son. El área de conflictos de egos es el área de la moralidad o de conflicto moral y las formas de toma de perspectiva en tales situaciones de conflicto representan las variadas estructuras de juicio moral y elección que definen los diferentes estadios morales. Estos estadios de toma de perspectiva social describen el nivel en el que la persona ve a otras personas, interpreta sus pensamientos y sentimientos y considera el papel o lugar que ocupan en la sociedad. Desde el punto de vista de Kohlberg existe una construcción moral bajo la toma de perspectiva y el juicio moral que es la perspectiva sociomoral o punto de vista que adopta el individuo al definir los hechos sociales y los valores o deberes sociomorales. Esta toma de perspectiva, tal como la concibe Kohlberg, equivale a la empatía de Davis:

“De mayor importancia que los factores relacionados con la estimulación del estadio cognitivo, son los factores de la experiencia social general y su estimulación, a lo que llamamos oportunidades de toma de perspectiva. Lo que diferencia la experiencia social de la interacción con las cosas, es el hecho de que la experiencia social requiere una toma de perspectiva: tomar la actitud de los otros, ser consciente de sus pensamientos y sentimientos; ponerse en su lugar. Cuando se acentúa la parte emocional de la toma de perspectiva se le llama empatía (o simpatía). Se prefiere sin embargo el término toma de perspectiva, porque a) da importancia a la parte cognitiva así como a la afectiva, b) requiere una relación estructural organizada entre uno mismo y otros; c) insiste en que el proceso lleva consigo una comprensión y relación con todos los papeles de la sociedad de la cual uno es parte y d) subraya que la toma de perspectiva se da en todas las interacciones sociales y situaciones de comunicación, no solamente en aquéllas que suscitan emociones de simpatía o empatía”.

Por su parte, define la empatía como: “una reacción a la experiencia observada en otro”, un constructo en el que los diferentes factores que intervienen son la toma de perspectiva (tendencia a adoptar espontáneamente el punto de vista psicológico del otro, es decir, capacidad para ponerse en el lugar del otro, identificarse con él), la fantasía (tendencia del sujeto a introducirse imaginativamente en los sentimientos y acciones de personajes ficticios de libros, películas o juegos), la preocupación empática (sentimientos de simpatía y preocupación orientados al otro que se encuentra en una situación negativa) y el malestar personal (sentimientos de ansiedad personal «orientados al yo» que se producen en situaciones de tensión interpersonal).

El Razonamiento Prosocial

Aunque el papel de las emociones ha sido descuidado por la mayoría de los autores en el razonamiento moral orientado a la justicia, algunos investigadores evolutivos han teorizado que la emoción es un importante factor en el desarrollo moral de los adolescentes. En los estudios longitudinales desde los años de preescolar hasta la enseñanza primaria no se investigó estrictamente la relación entre razonamiento moral prosocial y empatía: Sin embargo; estos estudios pusieron de manifiesto un incremento del razonamiento orientado a las necesidades (empático primitivo) en estas edades. Los resultados de un estudio posterior confirmaban una relación entre razonamiento moral prosocial, empatía y conducta prosocial: la empatía estaba relacionada negativamente con razonamiento hedonista y positivamente con razonamiento orientado a las necesidades del otro.

Algunos modos de razonamiento moral prosocial reflejan explícitamente toma de perspectiva cognitiva, empatía y simpatía examinan las relaciones entre razonamiento moral prosocial, y toma de perspectiva; preocupación empática y malestar personal. En el sexto seguimiento (13-14 años) de su estudio, el índice de empatía de  no estaba relacionado significativamente con las puntuaciones compuestas de razonamiento moral prosocial, aunque estaba relacionado negativamente con el razonamiento hedonista cuando fueron controlados el sexo y la deseabilidad social. En el séptimo seguimiento (15-16 años) hubo más relaciones entre índices relacionados con la empatía y razonamiento moral, si bien las relaciones fueron casi siempre debidas a los datos de los chicos. Las puntuaciones en toma de perspectiva estuvieron relacionadas positivamente con las puntuaciones compuestas de razonamiento y negativamente con el razonamiento hedonista. Además, la preocupación empática estuvo relacionada positivamente con el razonamiento orientado a las necesidades y negativamente con el razonamiento hedonista, resultando estas correlaciones significativas cuando el sexo y la deseabilidad social fueron parcializados. De nuevo, sin embargo, estas relaciones fueron debidas a los datos de los chicos. Por otra parte, cuando el sexo y la deseabilidad social fueron parcializados, las puntuaciones en toma de perspectiva tendieron a estar correlacionadas positivamente con el razonamiento de simpatía. El malestar personal no guardó ninguna relación significativa con ningún tipo de razonamiento cuando la deseabilidad social fue parcializada. Los autores concluyen que los resultados del sexto seguimiento y los resultados en los chicos del séptimo seguimiento son consistentes con la consideración de que las cuestiones orientadas al otro y tendencias a la toma de perspectiva están profundamente implicadas en el razonamiento moral.

De acuerdo con los investigadores evolutivos, hay un aumento de sofisticación del razonamiento moral durante la adolescencia debido en parte a un aumento en toma de perspectiva, inteligencia y habilidad para pensar abstractamente. Por otra parte, no consideró que el razonamiento moral prosocial reflejara directamente niveles de toma de perspectiva, ella argumentó que niveles más altos de razonamiento moral prosocial requerían una toma de perspectiva más avanzada que un nivel más bajo de razonamiento y que la toma de perspectiva fijaba un límite superior en el nivel de razonamiento moral prosocial de los individuos. En coherencia con los argumentos de Eisenberg, se ha encontrado que la toma de perspectiva y la inteligencia (es decir, la aptitud escolar) estaban relacionados moderadamente de forma positiva con el razonamiento moral prosocial usando la medida de entrevista de Eisenberg. Controladas la edad, el sexo y la deseabilidad social, encuentran que el razonamiento internalizado estaba relacionado positivamente con toma de perspectiva y aptitud escolar, y negativamente con malestar personal. El razonamiento orientado a la aprobación, por el contrario, estaba relacionado negativamente con aptitud escolar y puntuaciones en vocabulario, y positivamente con malestar personal. El razonamiento estereotipado estaba relacionado negativamente con malestar personal. Los razonamientos hedonista y orientado a las necesidades no estaban relacionados significativamente con las dimensiones de empatía, aptitud escolar y puntuaciones en vocabulario.

Algunos tipos de razonamiento moral prosocial reflejan explícitamente toma de perspectiva cognitiva y tendencias simpáticas (Eisenberg et al., 1995). Además, la toma de perspectiva es considerada subyacente a los avances en juicio moral y a algunos tipos de conducta prosocial. Los investigadores han argumentado que la simpatía (interés por los otros basado en la comprensión del estado del otro) y la empatía (una reacción emocional provocada por y congruente con el estado del otro) estimulan el desarrollo del razonamiento moral internalizado que refleja el interés por el bienestar de los otros y preparan el uso de cogniciones morales preexistentes orientadas al otro (Eisenberg, 1986). Además, la simpatía, que frecuentemente puede resultar de la toma de perspectiva y empatía, es considerada como conduciendo a la motivación altruista, orientada al otro, y ha sido asociada con niveles altos de conducta prosocial. Por el contrario, el malestar personal (reacción aversiva centrada en uno mismo ante el estado emocional negativo del otro; Davis, 1983) ha sido relacionado teóricamente con motivos egoístas y se ha asociado empíricamente con niveles bajos de conducta prosocial.

De acuerdo con lo esperado, encuentran en el octavo y noveno seguimiento de su estudio (17-18 y 19-20 años, respectivamente) que la preocupación empática estaba correlacionada negativamente de forma significativa con razonamiento de entrevista hedonista. Sin embargo, esta correlación no fue ni siquiera marginalmente significativa en el noveno seguimiento cuando la deseabilidad social fue controlada o parcializada. En el noveno seguimiento, la preocupación empática estuvo además correlacionada positivamente con la puntuación compuesta PROM (suma del porcentaje de razonamiento hedonista, el porcentaje de razonamiento orientado a la aprobación, los porcentajes de razonamiento orientado a las necesidades y estereotipado multiplicados x 2 y el porcentaje de razonamiento intemalizado multiplicado x 3), así como con el razonamiento PROM intemalizado y estereotipado, y negativamente con el razonamiento PROM hedonista.

En el octavo seguimiento, la toma de perspectiva (PT) estuvo correlacionada negativamente con el razonamiento de entrevista hedonista y positivamente con el razonamiento de entrevista orientado a las necesidades. La correlación con razonamiento de entrevista hedonista bajó considerablemente cuando la deseabilidad social fue controlada. En el noveno seguimiento, PT estuvo correlacionada positivamente con la puntuación compuesta de entrevista de razonamiento moral prosocial, con la puntuación compuesta PROM y negativamente con el razonamiento PROM orientado a la aprobación. El razonamiento moral de toma de perspectiva estuvo correlacionado positivamente con PT en el octavo y noveno seguimiento. El malestar personal no estuvo relacionado con ninguna medida de razonamiento moral.

Mestre, Pérez-Delgado et al. (1999) intentaban, entre otros objetivos, examinar la relación entre razonamiento moral prosocial y empatía. En el primer estudio de la investigación, aplicaron sobre dos muestras de sujetos (n = 145 y n = 121) el PROM (Carlo et al., 1992) y el lECA, entre otros instrumentos de medida. Los resultados en las dos muestras mostraban una correlación negativa significativa entre la disposición empática y el razonamiento hedonista y una correlación positiva significativa entre la disposición empática y el razonamiento internalizado. En una tercera muestra (n = 172) aplicaron el PROM (Cario et al., 1992) y el IRI (Davis, 1980). Se constató que las dos subescalas cognitivas del IRI, Toma de perspectiva (PT) y Fantasía (FS), correlacionaban negativamente con razonamiento hedonista y positivamente con razonamiento internalizado. El componente más emocional de la empatía evaluado por la subescala Preocupación empática (EC) era el que mantenía correlaciones más fuertes con el razonamiento prosocial. La correlación era negativa con el razonamiento hedonista y el· razonamiento orientado a la aprobación, mientras que era positiva con el razonamiento internalizado. El malestar personal (PD), que constituye el· factor más inmaduro de la respuesta empática ( sentimientos orientados hacia uno mismo y una mayor atención al propio malestar que al problema del otro), no guardaba relación con el· razonamiento moral· prosocial· (Mestre, Pérez-Delgado et al., 1999).

En el segundo estudio de la investigación, los autores intentaban comprobar la relación entre la disposición empática (evaluada mediante el IRI) y el razonamiento moral (evaluado a través del PROM~R y el DIT). Los resultados indicaban que el malestar personal (PD) no guardaba relación con el razonamiento moral en ninguna de sus formas, tan sólo aparecía una correlación positiva con el razonamiento orientado a la aprobación. La preocupación empática (EC) alcanzaba una correlación positiva con el razonamiento estereotipado, el internalizado y la puntuación P o pensamiento posconvencional. A su vez, la correlación era de signo negativo con el razonamiento hedonista y el orientado a la aprobación. También se alcanzaban correlaciones significativas entre el razonamiento moral y los factores más cognitivos de la empatía. La toma de perspectiva (PT) correlacionaba positivamente con el razonamiento estereotipado y el internalizado, y negativamente con el estadio 2. El factor que más correlaciones significativas alcanzaba era el de fantasía (FS) relacionado con la capacidad para identificarse con personajes y situaciones ficticias. La correlación era positiva con el razonamiento internalizado y la puntuación P, y negativa con otras formas más inmaduras de razonamiento moral como el orientado a las necesidades, el orientado a la aprobación, o el propio del estadio 2. Es posible que esta relación del factor FS con casi todas las puntuaciones en razonamiento moral esté justificada en parte por el hecho de que los dilemas sobre lo que piensan los sujetos evaluados son dilemas ficticios y, por tanto, resulta más útil esa capacidad que mide el factor FS. Finalmente, la puntuación D o madurez moral no alcanzaba ninguna correlación significativa con los factores de empatía evaluados. A partir de los dos estudios se podía concluir en términos generales una relación entre los procesos cognitivos y afectivos a la hora de decidir sobre problemas morales. Asimismo, tanto el razonamiento moral prosocial como el razonamiento moral orientado a la justicia tal como lo mide el DIT, se apoyan en procesos empáticos.

Empatia Actitud vs Habilidad

La comprensión empática se mueve entre los que ven en ella una consecuencia de la evolución de la porción más recientemente desarrollada del cerebro humano, el lóbulo frontal anterior (Clark, 1980) y que esta profundamente enraizada en la estructura de la personalidad y que no se puede aumentar a voluntad como Carl Rogers. Es decir como una habilidad que compleja puede ser especificada y susceptible de entrenamiento. Y la posición que defiende que la empatía es una actitud que exige un compromiso,  una visión del otro como alguien único y diferente, que puede actuar, sentir y pensar de un modo particular, aparece como factor central. El otro es alguien a quien se necesita conocer desde su marco de referencia». La empatía entonces, aparte de la adhesión a la creencia en tomo al otro como individuo único y diferente, requeriría del desarrollo de conductas específicas que hagan posible trasmitir en la acción dicha creencia. Un marco de investigación de la empatía como habilidad (entendiéndose como la capacidad de hacer con eficiencia)ha buscado crear diseños de actividades que permitan a los entrenados adquirir determinadas habilidades especificas, como por ejemplo la escucha activa que permite recibir los diversos matices comunicativos del otro mas allá del mensaje verbal como es la información paralingüística (postura corporal, gestos, tonos del voz, intensidad y ritmo del discurso, etc.). Otra habilidad empática es la de captación del marco referencial del otro, considerando los matices de su experiencia y contexto personal (forma de pensar, sentir e interactuar). Y por ultimo la habilidad de dar una devolución, o respuesta comprensiva a la percepción empática del otro, es decir ser capaz de articular una respuesta verbal vinculada al otro y su mundo.

En esta búsqueda de esta agudeza empática diversos trabajos han demostrado que se pueden obtener cambios significativos en los niveles de respuesta comprensiva empática, tanto en estudiantes como en mujeres de nivel socioeconómico bajo, niños, parejas y padres, lo cual permite aseverar que la empatía es una variable que puede desarrollarse mediante entrenamiento. La respuesta empática es una conducta de alto nivel de complejidad y que requiere que la estructura de los programas sean muy elaborados. Las evaluaciones han estado centradas casi únicamente en la habilidad que exhiben los entrenados para responder verbalmente. Probablemente estas mediciones no dan cuenta cabal de los efectos de dichos entrenamientos. A este respecto uno de nuestros estudios mostró que el entrenamiento denominado Didáctico-Experiencial junto con movilizar los niveles de respuesta empática producía efectos colaterales en los niveles de autoactualización (motivación de crecimientos) medidos con un Inventario de Personalidad. Asimismo en una tesis, se evidenció que los niveles de neuroticismo bajaban como efecto del entrenamiento de la empalia.

Un análisis mas pormenorizado de la estructura de los programas reseñados indica que se ha abordado la empatía como una actitud. Dichos programas entregan conocimiento, atienden a los datos sentidos del entrenado y promueven la acción empática. No obstante, las formas de medición utilizadas (set de estímulos y evaluación de las respuestas verbales ante ellos) han considerado únicamente el logro de la última habilidad especificada (la agudeza empática). La empatía vista como una actitud ha sido investigada indirectamente al examinar la permanencia de los resultados alcanzados. Al respecto se demostró que una forma particular de supervisión de los programas aplicados caracterizada por una postura terapéutica del entrenador (comprensivo aceptador y auténtico) fue la más efectiva a juzgar por los datos recabados y por su permanencia en el tiempo. Con todo, resulta evidente que una mejor consideración de la empatía como actitud requeriría del desarrollo de formas de medición más concordantes con esa visión y naturalmente diferentes de las hasta ahora utilizadas. No obstante esto es claro que un tratamiento de la empatía como una habilidad de la relación interpersonal no sólo no es opuesta sino complementaria a la visión propuesta por la teoría (Reyes y Benítez 1990). De lo anterior, se considera rescatable la especificación en pasos ya reseñada: escuchar activo, captación del marco de referencia del otro, discriminación de sentimientos y significados asociados y expresión verbal de la comprensión. Cada uno de estos aspectos requeriría y es susceptible de investigar en sus múltiples matices. Se podría decir que hasta ahora se han abarcado los aspectos generales y que cualquier avance ulterior pasa necesariamente por el diseño de investigaciones particulares que den cuenta de los múltiples matices que encierra este fenómeno (Reyes y Benítez 1990).

Otros conceptos vinculados a la Empatía

El concepto de empatía, desde su inicio se ha visto en la necesidad de diferenciarse de otros constructos con el que comparte algunos elementos. Al estudiar la literatura, se puede ver que no hay una clara diferenciación entre la empatía y los siguientes conceptos: simpatía, toma de perspectiva y contagio emocional (Bohart et al., 2002; Preston y de Waal, 2002), por otro lado, subrayan que hace falta establecer una línea divisoria más clara sobre el concepto de empatía y el de comportamiento prosocial. Estos autores, también expresan que en el nivel de las respuestas vicarias es necesario distinguir entre empatía, simpatía, preocupación empática y compasión. Esta diferencia radica en que si bien en los cuatro casos los cambios afectivos de uno son inducidos en respuesta del estado emocional percibido en el otro, la empatía sugiere sentimientos isomórficos a los del otro, al tiempo que los otros conceptos no implican necesariamente sentimientos compartidos.

Para estos autores la diferencia está en que empatía es “sentir con” alguien, mientras que en la simpatía la preocupación empática y la compasión involucran el “ sentir por” el otro. Desde este lugar la empatía es considerada, en general, como un primer paso necesario en una cadena que comienza con el contagio emocional, sigue con la comprensión de los sentimientos del otro y culmina en la preocupación por parte del otro y la posterior conducta de ayuda. Al quedar en evidencia la relación estrecha que estos términos presentan entre sí, a continuación se buscará establecer las diferenciaciones necesarias para entender a cada uno.

El comportamiento prosocial puede definirse como cualquier tipo de conducta que alguien puede realizar a favor de otro ser social sin obtener nada a cambio. Tiene gran peso en la relaciones tanto en individuos como entre grupos. Estos comportamientos pueden realizarse por una serie de razones que van desde el egoísmo a necesidades practicas. Una de estas categorías explicativas de los comportamientos prosociales es el altruismo, definido como, comportamiento cuya motivación intrínseca y voluntaria busca el beneficio del otro.

Pueden ser actos motivados por la preocupación por los demás o por valores internalizados, metas y autorecompensas en lugar de por la expectativa de recompensas concretas o sociales o por la evitación de un castigo. Otros autores lo definen como aquellas acciones que una persona hace para aliviar el sufrimiento de otro. Incluso sostienen que el hecho de “poseer” capacidades empáticas, presenta sus consecuencias en el comportamiento altruístico de las personas.

Desde esta perspectiva la empatía sería siempre un factor motivador de la interacción social y el comportamiento prosocial. Otras posturas, en cambio, sostienen que el hecho de que alguien cuente con una alta capacidad para comprender la perspectiva de otro, o sentir lo que el otro siente, puede ser utilizado a favor del otro o en beneficio propio, o, mismo, puede no llevar a ninguna respuesta comportamental. De esta manera se puede ver una discrepancia muy importante en los alcances de la empatía, ya que mientras que unos sostienen que se vincula directamente con una respuesta positiva para la sociedad, otros creen que es independiente de ésta.

La emoción juega un papel preponderante en el desarrollo de los valores, actitudes y comportamientos prosociales, especialmente las emociones relacionadas con la empatía. La definición de empatía como veremos mas adelante no es homogénea, pero podemos acotarla como la respuesta afectiva derivada de la aprehensión o comprensión del estado emocional o condición del otro, y que es idéntico o muy similar a lo que la otra persona está sintiendo o se esperaría que sintiese.

Los que argumentan en contra de que la presencia de la empatía lleva al comportamiento prosocial, explican que el hecho de captar lo que pueda sentir o pensar una persona no necesariamente lleva a que se comporte a favor de esa persona. Singer y Lamm (2009) presentan los siguientes ejemplos:

“Un torturador puede utilizar la empatía para saber cuanto debe aumentar el sufrimiento de su víctima. En ámbitos competitivos –por ejemplo en actividades deportivas, operaciones de negocios o hasta la guerra- las tácticas más exitosas toman en cuenta el efecto emocional negativo que una determinada acción tendrá en el oponente; y la experiencia de la empatía (en su nivel más extremo) puede llevar a una respuesta aversiva y egoísta en vez de un comportamiento a favor del otro”. Los autores sostienen que la empatía y el comportamiento prosocial se han relacionado siempre desde el punto de vista conceptual, sin embargo desde el punto de vista empírico no hay investigaciones que hayan comprobado dicha relación. Paul Gilbert presenta la misma idea y lo ejemplifica diciendo que un torturador no-empático apunta a tu cabeza, mientras que el que cuenta con un nivel mayor de capacidad empática apunta a la de tu hijo (Gilbert, 2005). Esta perspectiva sostiene que el hecho de poder compartir los sentimientos de otros no implica que el comportamiento sea consecuente con esos sentimientos.

Preston y de Waal también consideran que los constructos son independientes uno del otro ya que no es necesario que una persona comparta el estado emocional de otro para querer ayudarlo; de la misma manera en que el hecho de comprender lo que está viviendo no lleva directamente al comportamiento de ayuda.

Empatía y Compasión

La compasión ha sido un concepto asociado a los mandatos morales, creencias ancestrales y religiosa. Muy vinculado con otros valores teologales como la benevolencia y piedad, su significado etimológico parte de la raíz latina com (con) pati (sufrimiento). Equívocamente puede relacionarse con una condición de bondad que incapacita para el enfado y que obliga al perdón de una manera idealista. Esta aglomeración conceptual alrededor del valor de la compasión ha obligado a Paul Gilbert fundador de la Terapia centrada en la compasión (2005, 2009), a realizar una distinción entre este concepto y la empatía. Desde sus teorizaciones sostiene que la empatía tiene dos componentes: la habilidad de comprender y el insight para saber porqué sentimos, reaccionamos o pensamos de determinada manera. Una vez que empatizamos con otro podemos utilizar esa información tanto para el bien como para el mal.

Los atributos que marcan la compasión son:

  • Interés por el bienestar del otro.
  • Sensibilidad al estrés y a las necesidades.
  • Simpatía, que implica ser movido emocionalmente por los sentimientos y el estrés que sufre el otro.
  • Tolerancia al estrés.
  • Evitación del juicio.
  • Empatía, qué implica trabajar para comprender los significados, las funciones y el origen del mundo interno de otras personas, para poder verlas desde su perspectiva (Gilbert, 2009).

Para este autor la empatía es una reacción necesaria pero no suficiente para que surja la compasión. Sus desarrollos afirman que la compasión, a la que también le incluye componentes propios de la meditación, es la llave para que se abandone la autocrítica y el perfeccionismo que lleva al sufrimiento de muchas personas. Recientemente se ha recabado información sobre la opinión que tienen los psicoterapeutas de la compasión, uno de los aspectos que se evaluó era la manera en que diferenciaban la compasión de la empatía. Dentro de sus resultados exponen que consideran que son conceptos diferentes. En términos generales sugieren que la compasión es un sentimiento más profundo que la empatía, ya que involucra un componente activo que lleva a uno a intentar ayudar al otro a aliviar su situación. Si bien los autores encontraron estas diferencias, aclaran que la distinción entre ambos términos aún no está clara y sugieren que se continúe trabajando para lograrlo.

La empatía en el ámbito de la psicología

La palabra empatía proviene de la raíz griega epathón (Παθεûv), que significa sentir, y del prefijo εv, que significa dentro. Aunque su uso ha sido constante dentro de los campos de la filosofía y los contextos artísticos durante el Romanticismo. Solo hasta principios del siglo XX no entra a formar parte del campo de la psicología, primero con Theodor Lipps que lo uso a modo de un modo descriptivo dentro de la psicológica de la experiencia estética, como una especie de identificación, de proyección, de penetración del ser sensible del observador, en el objeto de contemplación; es el estado del alma que despierta en mí y que yo siento en los objetos . Más tarde, Schopenhauer la describió con las siguientes palabras: “acto por el que nosotros, al contemplar las cosas, establecemos con ellas una mutua corriente de influjos, una especie de endósmosis, por la que a la vez que les infundimos nuestros propios sentimientos, recibimos de su configuración y de sus propiedades, determinadas impresiones”. Debemos al psicólogo británico Titchener la generalización del termino al traducirlo del alemán al ingles, con el termino “Empathy” con un valor semántico que se aproximaba a “sentir adentrándose en el otro, compenetrarse”.

La empatía a través de las diferentes escuelas psicológicas

Escuela Psicoanalítica

Dentro de la teoría psicoanalítica de Freud, los niños nacen con una serie de pulsiones innatas (principalmente de índole sexual o agresiva) que buscan ser autosatisfechas. Alrededor de los 4 a 6 años desarrollan un tipo de conciencia denominada Superego, para resolver los conflictos entre su propia hostilidad (e impulsos sexuales) y el temor a la hostilidad y perdida del afecto que obtienen de sus padres. Esto provoca un proceso de identificación por parte de los niños que interiorizan (introyectan) los valores del padre del mismo sexo. Una vez constituido el Superego, se comportan de una manera prosocial para evitar la culpa que le inflige la conciencia por no actuar correctamente. Asumiendo valores coherentes con el comportamiento prosocial. Freud, habla de los conceptos de Empatía e identificación . Según este autor el “animal humano” tiene el afán de identificarse para construir su estructura personal, ello, yo y superyó, con el fin de evitar la ansiedad que le ocasiona no tener desarrollada la personalidad. Este proceso resulta más fácil, al modelar nuestra conducta en comparación con la de algún otro. Freud afirma que el éxito de nuestras identificaciones durante la infancia, ayuda al individuo a adquirir un sentido de su propia identidad. Además completa esta idea diciendo que esta identificación puede ser sana (cuando se alcanza el punto de vista de la otra persona, haciéndose más cooperativa y armoniosa la relación con los otros) o patológica, ya sea debido a que el propio yo quede absorbido en el ajeno o, por el contrario, a que el sujeto no pueda abandonar su rígido campo de referencia, temiendo que la proximidad a los otros pueda dañarle. La Identificación consta de tres elementos: Introyección residuo del animal del que procede el hombre, por el cual se tiene la necesidad de poseer lo demás, Imitación deseo de parecerse a los demás, y Regresión o capacidad de identificarse con contemporáneos, así como con aquellos que hayan significado algo en nuestra vida. Identificación retroactiva.

Otros autores cercanos al creador del psicoanálisis, consideran la empatía como una cualidad autónoma del hombre, se trata pues de una capacidad innata a la raza humana. Para Ferenczi, discípulo directo de Freud, la habilidad empática se encuentra en el subconsciente, con lo cual cada hombre tiene allí albergada una potencialidad innata para la sensibilidad empática, siendo ésta independiente de la experiencia consciente . Para Adler, otro discípulo de Freud, aunque rápidamente disidente del mismo, la personalidad se construye en base a tres pilares básicos: el sentimiento de inferioridad, la voluntad de poder y el sentimiento de comunidad. Así pues, la empatía nace de ese sentimiento innato de carácter social, en virtud del cual podemos conocer los sentimientos de los otros . Por su parte, en 1947, Fenichel habla de la empatía como identificación con el otro, noción que será retomada más tarde por algunas perspectivas más situacionales.

Los avances que se produjeron en el campo el campo de antropología en las primeras décadas del siglo XX especialmente por los trabajos de R. Redfield , ampliaron los modelos psicológicos permitiendo que autores como T.Reik, alumno de Freud, construyera un modelo comprensivo psicológico de la empatía . En su obra indaga sobre el proceso que subyace en la empatía. Reik establece una serie de fases en el proceso empático: Identificación: fase ya tratada por Freud y en la que mediante la relajación de nuestro control consciente, podemos llegar a ser absorbidos en la contemplación de la otra persona y de sus experiencias, perdiendo así la consciencia de nuestro yo, nos proyectamos dentro del otro y experimentamos lo que el otro siente. Incorporación: esta fase resulta en ocasiones difícil de separar de la anterior; en ella, incorporamos al otro en nuestro interior y asumimos sus experiencias como nuestras. Reverberación: supone saber lo que significa lo que estamos sintiendo, para lo cual comienza a interactuar nuestro yo con el yo interiorizado. Separación: este concepto se relaciona, como mencionábamos anteriormente, con el concepto antropológico de la empatía; así, una vez realizado todo el proceso anterior, nos separamos de nuestras implicaciones y usamos la razón, ganando distancia psíquica y social, permitiéndonos realizar un análisis objetivo.

En muchos modelos posteriores a Freud, la culpa, las tendencias autodestructivas y los anhelos sexuales subyacen al altruismo. Los actos prosociales son considerados como mecanismos de defensa utilizados por el ego (la parte racional de la personalidad) para hacer frente a las demandas irracionales del superyó. Otros psicoanalistas (y puntualmente el propio Freud) han otorgado en ocasiones unos orígenes distintos al altruismo. “El desarrollo individual nos parece un producto de la interacción de las dos tendencias, el anhelo de la felicidad, generalmente llamado egoísmo y el impulso de fusión con el otro en comunidad, que llamamos altruismo” (Freud, 1930). Otros autores también han señalado el énfasis que Freud pone en la diada madre e hijo para el desarrollo de la empatía, identificación, y la internalización. Quizás la mayor contribución que el psicoanálisis ha hecho a la teoría de la respuesta prosocial ha sido el constructo de identificación. Teóricos del aprendizaje social en los años 1960 y 1970 adaptaron este constructo para referirse a la internalización de las normas de los padres , los valores y las normas de los niños como consecuencia de una relación positiva entre padres e hijos. Esta perspectiva teórica ha tenido un impacto significativo en los primeros trabajos sobre el la socialización del altruismo.

La empatía dentro de la Teoría de la Personalidad

El trabajo pionero de G. Allport sobre la personalidad, Personality: A Psychological Interpretation (1937), sirvió como fundamento para legitimar y organizar el área de la personalidad como tema de estudio psicológico, al mismo tiempo que se establece el concepto de empatía dentro de la teoría de la personalidad de la época. En este libro, Allport utiliza la versión de la teoría de la empatía de Lipps y sugiere que “la adopción imitativa de las posturas y expresiones faciales de otras personas juegan un papel importante en la vida ordinaria, mas de lo que uno piensa habitualmente.” (Eisenberg y Strayer, 1992). Sin embargo, en una edición posterior de su libro, Allport definió la empatía como la trasposición imaginativa de uno mismo al pensar, sentir y actuar de otro (1961). “Él pensaba que la empatía se encuentra entre la mitad de caminos entre la inferencia, por un lado, y la intuición por otro”. Posteriormente H. Kohut (1977) rechazó esta similitud establecida por Allport, y afirmó que empatía e intuición constituían procesos totalmente distintos.

En este mismo ámbito de las teorías de la personalidad, Wispé (1997) también destaca la definición de empatía que construyera G. Murphy (1947): la aprehensión del estado de ánimo de otra persona sin sentir como siente ella. Explicitando además la participación de la expresión física externa en la empatía y las actividades interiores, definición muy cercana a la de Lipps y Stein, pero difiriendo del modelo de esta ultima en que para él la empatía consiste también en situarse uno mismo en el lugar de un objeto viviente o de uno no viviente, aspecto que Stein (2004) rechaza radicalmente pues para ella es claro que las vivencias empatizadas solo acontecen en un cuerpo vivo, aprehendiendo experiencias en otro cuerpo vivo semejante al propio.
Conductismo y Teoría del Aprendizaje social

Los primeros conductistas postuladas qué los niños aprenden principalmente a través de mecanismos como el condicionamiento. Watson, padre del conductismo, sostenía que la capacidad de comprensión hacia los demás, al margen de ser innata, no necesita de haber vivido una experiencia similar para llegar a entenderla, ya que nada de lo que hacen los hombres es extraño para nosotros mismos. Esta perspectiva se refleja en algunos de los primeros trabajos sobre el papel de refuerzo y castigo en promoción comportamiento prosocial (por ejemplo, Hartmann et al., 1976) y en los trabajos relativos al desarrollo de la empatía a través del condicionamiento. Así el sufrimiento de “otro ser” es el estímulo condicionado, mientras que la fuente de ese sufrimiento es el estímulo incondicionado; el sujeto, entonces, aprende que el estímulo condicionado es predictor del incondicionado y responde al primero con el propio sufrimiento.

Preston y De Waal, proponen un modelo donde los procesos empáticos dependen de un diseño general (innato) del sistema nervioso llamado “de percepción-acción” que es adaptativo para muchas especies. Este sistema luego se modifica a partir de las experiencias vividas por cada sujeto en particular, lo que incide en las diferencias intraespecie. El sistema consiste en la percepción del estado en el que se encuentra el “objeto”; lo cual despierta ciertas representaciones que, por último, activan los sistemas somático y autónomo en el sujeto. De esta manera el sistema, que en principio es innato, va generando respuestas diferentes a medida que la experiencia nutre al sujeto de nuevas representaciones. Este “Modelo de Percepción-Acción” o PAM (siglas en inglés) no es exclusivo de los seres humanos sino que hay evidencia de que lo compartimos con otros animales. A manera de ejemplo los autores mencionan las investigaciones empíricas realizadas por Rice y Masserman con ratas albinas y monos respectivamente; donde los resultados muestran que animales de estas especies responden a favor de otro animal que se encuentra en una situación de –sufrimiento o “distress”.

Los descubrimientos de los teóricos del aprendizaje social permitieron que los procesos cognitivos internos desempeñaran un papel más importante. Por ejemplo, las contingencias no tienen por qué ocurrir necesariamente, las personas pueden aprender indirectamente las probables consecuencias de una conducta ya sea mediante la observación y la comunicación verbal. La imitación es el proceso fundamental para la socialización de la conducta moral y las normas.

En las actuales teorías del aprendizaje social cognitivo, la interacción entre el reconocimiento y las influencias ambientales en el desarrollo moral es compleja. Según Bandura, las conductas morales o normas de comportamiento se forman a partir de la información de diversas fuentes : como la intuición, las reacciones sociales de evaluación de los demás, y modelos. Basándose en la experiencia , las personas aprenden qué factores son moralmente relevantes y cuánta importancia hay que darle a cada uno.

Los socializadores proporcionan información sobre alternativas de comportamiento , expectativas y posibles contingencias para los diferentes tipos de acción; modelos de comportamiento moral; refuerzan y castigar a los niños por diversas acciones , e influyen en el desarrollo de reacciones de auto evaluación (por ejemplo, de culpa ). Incluso, en el pensamiento, el comportamiento y los acontecimientos sociales, todos interactúan y se influyen mutuamente , y de atención de la persona y los procesos reguladores desempeñan un papel en el aprendizaje de la conducta moral. El funcionamiento moral y prosocial se considera que esta regido por una respuesta de reacción espontanea interna (por ejemplo, en procesos como autosancionarse, acciones personales) y otros procesos de autorregulación y no por el razonamiento abstracto imparcial .

Adicionalmente, la regulación de los afectos, tiene una importante influencia en el comportamiento prosocial. En apoyo a este argumento se ha encontrado: la autoeficacia percibida en la regulación del afecto positivo, se ha relacionado con la percepción de la eficacia empática, que a su vez se relacionan con el comportamiento prosocial. Así , la autoeficacia percibida para manejar los estados afectivos básicos desempeña un papel fundamental en los procesos causales para determinar la probabilidad de una respuesta empática y un comportamiento prosocial.
Hoffman y la suscitación y el funcionamiento moral

Asociados al campo del estudio de la empatía se encuentran los recientes trabajos de Hoffman (2000) se centran en las correlaciones entre el afecto empático y el razonamiento moral basado en principios morales, intentando demostrar el papel que juega la empatía dentro de una teoría moral global. La identificación empática que se inicia en la temprana infancia contribuyendo al desarrollo de los principios de benevolencia y de la mayoría de los principios de justicia, sin embargo los niños no llegan a ser capaces de entender el sentido de los principios morales solo hasta el final de la infancia o el inicio de la adolescencia. Hoffman, reconoce que si bien es una investigación esperanzadora es limitada en su aplicabilidad porque no se pueden hacer inferencias causales, pues la empatía es más un precursor evolutivo de los principios morales y no un agente causal en sí misma, concluyendo que para que una reacción sea empática se requiere esencialmente la participación de unos procesos psicológicos que hagan que los sentimientos de una persona sean más congruentes con la situación de otra que con la suya propia.
Modelo cognitivo y las emociones

La psicología cognitiva contemporánea incluye tanto el estudio de la memoria, como el procesamiento de la información, la atribución causal y, especialmente, la síntesis entre cognición y afecto, define la empatía como la capacidad de participar en la experiencia vicaria de los sentimientos, voliciones e ideas de otro, y a veces incluso de los movimientos del otro, hasta tal punto de ejecutar gestos corporales que se asemejan a los del otro, lo cual tiene varias implicaciones: primera, que la empatía es un estado interno similar a la emoción; segunda, que en tanto emoción puede ser reproducida a través de movimientos corporales imitativos y simulación y, tercera, en cuanto la empatía es una capacidad para leer y comprender las emociones de los otros, constituye en sí misma un conocimiento inferencial.

Para uno de los investigadores pioneros en el estudio de la empatía desde un enfoque cognitivo es Köhler (citado en Davis, 1996), la empatía consiste en la comprensión de los sentimientos de los otros. Años más tarde, Mead (1934) continuará con esta visión, añadiendo que adoptar la perspectiva del otro es una forma de comprender sus sentimientos, o Role-Taking lo que incorpora al estudio de la empatía la importancia de la influencia de los factores sociales y las relaciones interpersonales . A diferencia de Freud, para el que lo que prima es el subconsciente y los aspectos no-verbales, los canales de comunicación de este proceso empático, son cognitivos y no están a expensas de la imaginación. Se trata de sentir lo que siente el otro, pero de un modo más cognitivo que emocional; aprendemos a simpatizar con otros y asistirles tomando
su actitudes, ya que no es la persona del otro lo que deseamos, sino sus ideas así como su imagen que éstos tienen de nosotros, para comprenderlo y anticiparnos a ellos, al tiempo que nos ayuda a auto-comprendernos de un modo más optimo. Un ejemplo claro de esto es el lenguaje.

También J.L. Moreno (1914) tratará el tema, en su obra hace claras referencias a la empatía como habilidad social. Moreno utiliza las siguientes palabras para explicar lo que es la empatía: “un encuentro de dos frente a frente; y cuando tú estés cerca, yo tomaré tus ojos y en su lugar colocaré los míos, y tu tomarás mis ojos, en su lugar pondrás los tuyos; entonces yo miraré en ti con tus ojos y tú mirarás en mí con los míos”. Se refleja la correlación entre la empatía y la experiencia social, consiguiendo, además, ser más objetivos y penetrantes en el conocimiento propio y el ajeno, hecho en el cual, los anteriores autores no habían reparado.

Componentes cognitivos y afectivos de la Empatía

Los estudios interesados en la visión cognitiva de la empatía han empleado diferentes instrucciones diferenciando las que se referían a imaginarse a sí mismo en una situación e imaginarse al otro en una situación. Stotland (1969) empezó a realizar estos estudios, y encontró que mientras en el primer conjunto de instrucciones la gente podía llegar a sentir ansiedad, no ocurría lo mismo en el segundo. Posteriormente, Davis (1996) encontró que los sujetos que tendían a puntuar más alto en adopción de perspectiva puntuaban más alto en la condición imaginarse al otro. Asimismo, existen datos que indican que el componente cognitivo de la empatía, esto es, la toma de perspectiva, se relaciona inversamente con el nivel de agresividad (Richardson y Malloy, 1994).

La mayor parte de los autores se sitúan en una visión cognitiva de la empatía, al considerar que ésta consiste fundamentalmente en la adopción de la perspectiva cognitiva del otro (cognitive role-taking). En realidad, esta visión de la empatía la sitúa muy cerca del constructo de teoría de la mente, definido como la habilidad de explicar y predecir el comportamiento de uno mismo y de los demás atribuyéndoles estados mentales independientes, tales como creencias, deseos, emociones o intenciones.
Desde finales de los años 60, se empezó a consolidar una visión distinta de la empatía, que concedía más importancia a su componente afectivo que al cognitivo, definiéndola como un afecto compartido o sentimiento vicario. Stotland (1969) se sitúa entre los primeros autores en definir la empatía desde este punto de vista, considerando ésta como “la reacción emocional de un observador que percibe que otra persona está experimentando o va a experimentar una emoción” (1969, p.272). Por su parte,  define la empatía como una respuesta afectiva más apropiada a la situación de otra persona que a la propia. En la misma línea, hablan de la empatía como una respuesta emocional vicaria que se experimenta ante las experiencias emocionales ajenas, es decir, sentir lo que la otra persona siente. Consideran que se trata de una disposición para la que existen diferencias individuales. Una aportación importante es la realizada por Wispé (1978), quien llamó la atención sobre la importancia de los estados emocionales positivos como un aspecto a incluir en el concepto de empatía. Este aspecto de la empatía ha sido recogido y estudiado recientemente con el término symhedonia.

Frente a todos los autores anteriores, que consideraban la empatía como una disposición del individuo, se encuentra la perspectiva situacional. La propuesta fundamental aquí es la de Batson, quien entiende la empatía como una emoción vicaria congruente con el estado emocional del otro, o en otras palabras, como sentimientos de interés y compasión orientados hacia la otra persona que resultan de tener conciencia del sufrimiento de ésta. Esta definición de nuevo deja de lado el aspecto cognitivo de la empatía, y la entiende como una emoción que se elicita ante la presencia de estímulos situacionales concretos. Desde esta perspectiva se trabaja presentando un estímulo emocional y evaluando los sentimientos experimentados a través de un inventario. Dentro de este mismo enfoque se puede situar el trabajo de quienes estudian el constructo de identificación con los personajes. Estos autores utilizan una escala de ejecución tras presentar un segmento fílmico. Este trabajo tiene en cuenta por primera vez ambas visiones de la empatía (cognitiva y afectiva) desde una perspectiva situacional.

La existencia de estos dos enfoques en el estudio de la empatía, el disposicional y el situacional, da pie al debate entre aquéllos que evalúan la empatía a través de autoinformes y aquéllos que emplean medidas de ejecución en la evaluación, es decir, la empatía que efectivamente demuestra el sujeto en una situación concreta. Teniendo esto en cuenta podría ser muy interesante integrar ambas perspectivas en el estudio de la empatía. Ésta parece ser la propuesta de cuando afirman que la empatía requiere la adecuada identificación de las respuestas emocionales en otras personas e implica no sólo actitudes sino también habilidades o competencias bien definidas.

Teoría del Desarrollo Cognitivo

La perspectiva del desarrollo cognitivo en la moralidad, como el representado por la obra de Piaget (1932, 1965) y Kohlberg (1969, 1984), se refiere fundamentalmente al desarrollo de razonamiento moral y otros procesos cognitivos sociales en vez de la conducta moral. Kohlberg describe el desarrollo moral como una secuencia invariable, universal y jerárquica de etapas que progresan en función del desarrollo socio-cognitivo (por ejemplo, la toma de perspectivas). Kohlberg destacó los aportes de la cognición, en particular la toma de perspectiva, a la moral y minimizando (pero sin negar totalmente) las contribuciones de la emoción y la socialización. Por otra parte, a causa de las asunciones de Piaget y Kohlberg de que los niños pequeños tienen una capacidad de toma de perspectiva limitada, los investigadores influidos por este modelo cognitivo han planteado la imposibilidad de que surjan comportamientos orientados hacia otros de tipo prosocial antes de los primeros años escolares. Uno de los detractores de la perspectiva del desarrollo cognitivo es Turiel debido a que la teoría de Kohlberg aunque considere que el desarrollo sociocognitvo juega un papel importante en el desarrollo del razonamiento moral prosocial, no considera que los factores ambientales y emocionales puedan desempear un papel considerable en el desarrollo y uso de este tipo de razonamiento, difiriendo considerablemente de la perspectiva del desarrollo cognitivo tradicional.

Los modelos conceptuales actuales : La psicología positiva y el modelo de desarrollo adolescente positivo.

La psicología positiva y la del desarrollo positivo PYD (Positive Youth Development) aunque aun no son teorías totalmente desarrolladas, son perspectivas que recientemente han influido en el estudio de la conducta prosocial y la empatía. Estos modelos ha hecho resurgir el interés que el tema tuvo hasta los años setenta y que gradualmente fue desapareciendo hasta la que se la psicología se intereso por los aspectos positivos del desarrollo humano. La psicología positiva es un movimiento que se ha revelado contras los enfoques clásicos centrados en el estudio de los aspectos negativos del funcionamiento psicológico (los desajustes psicológicos por ejemplo) y pone de relieve las fortalezas humanas. Según Seligman y Csikszentmihalyi (2000) el campo de la psicología positiva esta referido a las experiencias subjetivas como el bienestar o el optimismo, los rasgos personales positivos como la capacidad de amar, las habilidades sociales o el perdón y las virtudes cívicas y de integración social, como la responsabilidad, la tolerancia y el altruismo.

Una visión similar tiene el modelo PYD, basándose en el concepto de la capacidad de la juventud, resalta la plasticidad en su desarrollo y el potencial para el cambio sistemático en el comportamiento, como consecuencia de las influencias mutuas entre la persona en desarrollo, su biología, características psicológicas, familiares, comunitarias, culturales y físicas, dentro de un nicho ecológico e histórico concreto. Aunque la conducta prosocial no ha sido un tema de primordial interés para en la psicología positiva, algunos autores han señalados que conceptos vinculados con las relaciones interpersonales como la simpatía , la compasión, la cooperación , la tolerancia y la empatía han de ser también investigados. De hecho , el desarrollo prosocial y empático ya se discute en algunos libros sobre psicología positiva (por ejemplo. Del mismo modo se considera a la compasión (en un sentido empático) como una de los cinco componentes del modelo de desarrollo adolescente positivo .

El modelo de Inteligencia Emocional, Daniel Goleman y Tizon

A partir de los años 90, se aborda el estudio de la empatía desde la perspectiva de la Inteligencia Emocional (IE). El modelo sobre Inteligencia Emocional más estudiado y aplicado es el modelo de quienes entienden que la inteligencia emocional está formada por cuatro capacidades: percepción, facilitación, comprensión y regulación emocional. Desde este enfoque, puede considerarse que la empatía incluiría aspectos relacionados tanto con la percepción de las emociones de los demás como con su comprensión, coherentemente con las propuestas cognitivas en el estudio de la empatía. Sin embargo, este modelo no permite contemplar los aspectos afectivos de la misma.

Otra aproximación al estudio de la Inteligencia Emocional es la que hace Baron (1997, 2000) en su modelo de inteligencia socioemocional (ESI, emotional-social intelligence model). Desde esta aproximación se considera que la empatía es un componente del factor denominado habilidades interpersonales, y se define como la capacidad de ser consciente y comprender las emociones, sentimientos e ideas de los otros. Por tanto, nuevamente, la empatía se considera como un componente cognitivo. El marco de la Inteligencia Emocional resulta favorable para el estudio de la empatía como uno de sus componentes, pero al mismo tiempo limitan la definición de dicho constructo, puesto que sólo contemplan la empatía como una habilidad o capacidad de tipo cognitivo, obviando su aspecto emocional.

Daniel Goleman (2006) definió como la «conciencia de uno mismo es la facultad sobre la que se erige la empatía, puesto que, cuanto más abiertos nos encontremos a nuestras propias emociones, mayor será nuestra destreza en la comprensión de los sentimientos de los demás». Entonces está referido a la conducta de los demás; es una bifurcación de la propia personalidad para proyectarla hacia el otro; es, sencillamente, ponerse en el lugar del otro, escucharle, tratar de comprender sus razones para actuar de tal o cual manera, apartando de nuestra mente la máscara de nuestras propias razones, convicciones o intenciones.

Por lo tanto, constituye una habilidad fundamental para el trato interpersonal y es, hoy en día, una de las actitudes psicológicas más valoradas en el área de recursos humanos. Esto es, principalmente, porque las personas empáticas tienen un elevado nivel de inteligencia emocional y social que les capacita para ser, no sólo un buen apoyo de grupo, sino también líderes conciliadores y democráticos, es decir, la condición de posibilidad para el desarrollo individual y social.

La empatía es condición de posibilidad para el desarrollo individual y social. Desde este supuesto, se puede afirmar que cumple tres funciones tomando la teoría de Tizón:

a) Cognitiva; la empatía proporciona un verdadero conocimiento de otra persona. Aunque cuando hablamos de conocer, no debemos suponer que ello implique una representación o una copia de la vida de otra persona, el conocimiento debe ser visto como una actividad que dimana de la totalidad de la persona, enfocada a la participación y toma de conciencia del modo de ser y pensar de otra persona. Por tanto, no se trata de un mero conocer o de un conocer objetivo, sino de una participación o sintonía con el mundo interior de otra persona y, b) Unitiva; no solamente sirve para conocer a otras personas, sino que también es el lazo de unión con esas personas. Es una actividad en la que se crea una corriente de mutuo afecto, un circuito de experimentación mutua, una conexión entre personas, que genera una participación de sentimientos. Esta corriente mutua de afecto tiene un carácter creador, y es que los hombres se pueden encerrar en sí mismos, pero necesitan relacionarse con los demás hombres para poder ser verdaderamente hombres. La relación intersubjetiva es constitutiva del ser del hombre, un modo de ser universal que trasciende los esquemas innatos de empatía fijados genéticamente en los animales, para convertirse en un mundo humano en amor. Amor que no sólo supone un desarrollo individual, sino que es la base en la que se debe sustentar una sociedad más humana;
c) Normativa; de la empatía dimanan una serie de normas de carácter primario que sirven para regular y afianzar los planteamientos éticos de carácter racional. Ello nos ayuda a evitar el relativismo ético del todo vale, en el que han desembocado las éticas que definen al hombre como un ser libre, pero que descuidan la presencia de unos valores estables que dimanan de la naturaleza humana.

En concreto la empatía es la habilidad social fundamental que permite al individuo anticipar, comprender y experimentar el punto de vista de otras personas. En esta habilidad subyace un número de importantes capacidades de comportamiento incluyendo calidad de interrelación, desarrollo moral, agresividad y altruismo. También incluye una respuesta emocional orientada hacia otra persona de acuerdo con la percepción y valoración del bienestar de ésta y una gama de sentimientos empáticos como simpatía compasión y ternura. Para efectos de definir teóricamente la empatía, es esencial aludir a la comprensión empática; cuando es definida operacionalmente en un estudio empírico es necesario expandir la definición e incluir la expansión empática. Para entender mejor este concepto es necesario hacer una distinción entre capacidad y tendencia empática. Una capacidad se refiere a la habilidad de un individuo para conectarse en alguna actividad mental, la habilidad de adoptar la perspectiva de los demás o atender a los propios estados internos de uno mismo. Una tendencia, en contraste, se refiere a la probabilidad real de adoptar la perspectiva del otro o atender el estado interno de uno mismo. Desde el punto de vista psicoanalítico, Freud la define como el mecanismo por medio del cual somos capaces de comprender las circunstancias de otra vida mental.

Modelo Multidimensional e Integrador de Davis

En la década de los ochenta del siglo pasado se comienza a trabajar sobre una definición integradora de la empatía, que tenga en cuenta tanto sus componentes cognitivos como los afectivos. Así, Davis propone una definición multidimensional de la empatía y un nuevo instrumento para su medida, marcando un punto de inflexión claro en la historia del desarrollo del constructo. Este nuevo enfoque impulsó la realización de estudios para comprobar la relación entre los componentes cognitivos y afectivos del constructo, los cuales llevaron a resultados ambiguos: mientras unos estudios apoyaban la hipótesis de independencia entre la empatía cognitiva y la empatía afectiva.

Davis establece que la empatía es un constructo multidimensional que incluye cuatro componentes diferentes aunque relacionados entre sí. Por un lado, dentro de la dimensión cognitiva distingue: Fantasía, que se refiere a la tendencia a identificarse con personajes de ficción y Adopción de perspectivas, que es lo que se definió previamente como adopción de perspectiva cognitiva. En relación a la dimensión afectiva Davis propone dos escalas: Angustia empática, que es la tendencia a experimentar sentimientos de compasión y preocupación por el otro y Aflicción Personal, que se refiere a la ansiedad que se experimenta al ser testigo de un suceso desagradable para otro. Esta subescala ha mostrado unos resultados un tanto confusos. Tras la revisión de los ítems se puede decir que esta subescala se refiere no tanto a empatía, sino a una alta emocionabilidad (p.e. “En situaciones de emergencia me siento aprensivo e incómodo”). Más recientemente, Davis ha propuesto el denominado Modelo organizacional para explicar los antecedentes, procesos y consecuentes de la empatía. Davis sitúa los antecedentes de la empatía en las características de la persona que va a empatizar y la situación. Dice que estos antecedentes pueden producir tres tipos de procesos: de bajo coste cognitivo (p.e. reacción circular primaria), medio coste cognitivo (p.e. condicionamiento clásico) y alto coste cognitivo (p.e. adopción de perspectiva). Estos procesos pueden producir en su relación con los antecedentes distintos tipos de respuestas: por un lado, pueden ser intrapersonales, que a su vez pueden ser afectivas (preocupación empática) y/o no afectivas (juicios atribucionales), e inter-personales, como por ejemplo, la conducta de ayuda.

El propio Davis critica a su modelo señalando que establece sólo relaciones unidireccionales entre los elementos. Asimismo, señala que no tiene en cuenta las características de la persona hacia la que se muestra la empatía. A este modelo también se le puede criticar que hace una mera clasificación de los diferentes procesos y respuestas; es decir, no establece qué conexiones se tienen que producir entre los diferentes procesos para que se experimente una reacción de preocupación empática frente a una de angustia personal.

Aunque la propuesta de Davis muestre algunas deficiencias, no se debe olvidar que es el primer marco teórico que concilia las propuestas anteriores. Este autor ha sabido unir tanto conceptual como metodológicamente dos enfoques que parecían irreconciliables y que se consideran, actualmente, interrelacionados y complementarios. Así, en la actualidad, la definición más aceptada de empatía es la dada por el propio Davis: “conjunto de constructos que incluyen los procesos de ponerse en el lugar del otro y respuestas afectivas y no afectivas”.

Nuevas propuestas teóricas

Las nuevas propuestas teóricas pretenden integrar los diferentes procesos implicados en la experiencia empática que han sido señalados en los modelos revisados. Así el proceso empático está, por una parte, en función de varios antecedentes. En primer lugar, las características de la persona objetivo (o persona con la que se va a empatizar), tales como sus características infantiles o su similitud con la persona que empatiza. El estado emocional de la persona que empatiza también tiene gran influencia sobre el desarrollo del proceso empático. Por ejemplo, las personas que se sienten más felices demuestran mayor empatía, mientras que las personas depresivas se centran en sus propias necesidades de un modo defensivo. Así además encuentran que para procesar lo que le ocurre a otra persona es necesario que el mensaje y el estado de ánimo de la persona a empatizar tengan el mismo signo. La situación juega asimismo un papel importante como antecedente de la experiencia empática. Así, se debe distinguir entre la situación que ha desencadenado la respuesta emocional en la persona objetivo y la situación en la que se desarrolla la emoción empática. En el primer caso, son importantes las causas de la emoción de la persona objetivo, es decir, la gravedad o importancia del suceso que la ha desencadenado, así como el grado en que tal experiencia empática es generalizable a otras personas en la misma situación. En cuanto a la situación en la que se produce la emoción empática, existen diversos aspectos facilitadores o inhibidores de la empatía. Así, el denominado “set instruccional” o conjunto de instrucciones puede convertirse en un factor facilitador o inhibidor en función de si se pide a la persona que “imagine cómo se siente el otro” o que “intente permanecer objetivo”.

Sin embargo, el factor antecedente más decisivo es, sin duda, la emoción experimentada por la persona objetivo, y hay que tener en cuenta fundamentalmente el signo emocional de la misma (positivo o negativo) así como su intensidad. La empatía, según este modelo, por otra parte bastante cercano al modelo integrador de Davis (1980), incluye tanto procesos cognitivos como afectivos. Los procesos cognitivos son los denominados Adopción de Perspectivas (AP; capacidad intelectual o imaginativa de ponerse en el lugar de otra persona) y Comprensión Emocional (CE; capacidad de reconocer y comprender los estados emocionales de otros). Los procesos afectivos pueden ser de signo negativo o de signo positivo, dependiendo del signo de la emoción experimentada por la persona objetivo. Así, si la emoción es negativa, se hablará de Estrés Empático (EE; capacidad de compartir las emociones negativas de otra persona o resonancia emocional negativa), y si tal emoción es de signo positivo se hablará de Alegría Empática (AE; resonancia emocional positiva).

Es posible que los procesos cognitivos y afectivos se den juntos o de forma separada. Así, y de acuerdo con lo encontrado en el trabajo de los procesos cognitivos son la antesala de los afectivos, y sólo es posible hablar de empatía si se dan los procesos cognitivos, con o sin su correlato afectivo. De esta manera, se pueden encontrar tres tipos de procesos distintos: empatía cognitiva (tienen lugar tanto la Adopción de Perspectivas como la Comprensión Emocional, pero no existe resonancia emocional), contagio emocional (únicamente se produce resonancia emocional) y empatía cognitivo-afectiva (se dan todos los procesos conjuntamente). Estos dos últimos pueden ser de signo positivo o de signo negativo, dependiendo de si la emoción de la persona objetivo es positiva o negativa. A continuación, se describen cada uno de tales procesos con los consecuentes a los que dan lugar tanto a nivel intrapersonal como a nivel interpersonal.

– Empatía cognitiva-afectiva de signo emocional negativo: Se activan los mecanismos cognitivos que a su vez ponen en marcha los mecanismos emocionales (Estrés Empático). Sus consecuencias a nivel intrapersonal pueden ser emociones de frustración, enfado, impotencia, etc., y dependiendo de algunos aspectos como variables disposicionales de la persona que empatiza como su capacidad de regulación emocional, la respuesta cognitivo-afectiva de empatía ante una emoción negativa se convertirá en algo psicológica y socialmente saludable o todo lo contrario. A nivel interpersonal, las consecuencias pueden ser dos, dependiendo de la distinción anteriormente hecha entre empatía cognitivo-afectiva saludable y no saludable: si la persona siente una empatía saludable la conducta prosocial se dará con alta probabilidad. Sin embargo, si la empatía que siente no es saludable, entonces puede que, si la situación le permite escapar, no ayude, o que si lo hace, sea para aliviar su propia malestar.

– Empatía cognitiva-afectiva de signo emocional positivo: Los procesos cognitivos son iguales a los encontrados en la empatía cognitiva-afectiva de signo emocional negativo, aunque en este caso activan un proceso emocional de signo positivo, denominado Alegría Empática. Las consecuencias a nivel intrapersonal pueden ser varias emociones como por ejemplo satisfacción, orgullo, etc. siempre en función de los antecedentes tanto de la propia emoción empática como de la emoción de la persona objetivo. A nivel interpersonal, se traducirá en una alta probabilidad de conducta de afiliación.

– Contagio emocional: hace una interesante distinción entre “empatía” vía contagio emocional y empatía vía adopción de perspectivas. En este modelo, el contagio emocional tendría los mismos antecedentes que el componente anterior, aunque existen características que impiden a la persona que va a empatizar “ponerse en el lugar del otro” y comprender qué es lo que siente. Tal y como ha señalado Hoffman, el contagio emocional es una forma de empatía más superficial que consiste en resonar emocionalmente con el otro sin comprender sus emociones ni cuál es su situación. Esta resonancia se produce a través del lenguaje no verbal, mientras que, si interviene el lenguaje (verbal), se hablaría del fenómeno “comunión social de la emoción”. Si el signo emocional del contagio es negativo, las consecuencias a nivel intrapersonal pueden ser una ligera variación negativa del estado emocional y a nivel interpersonal una menor probabilidad de conducta prosocial, aumentando a su vez la probabilidad de conducta antisocial. Si se trata de un contagio emocional de signo positivo, a nivel intrapersonal esto se traducirá en ligera elevación del estado de ánimo, y a nivel interpersonal la probabilidad de la conducta prosocial será media o baja, dependiendo de factores situacionales.

– Empatía cognitiva: La persona se pone en el lugar del otro pero no resuena emocionalmente con la persona objetivo. Esto se puede deber a ciertos aspectos de los antecedentes, como, por ejemplo, el encontrarse en un contexto psicoterapéutico. A nivel intrapersonal, se puede encontrar un incremento de interés hacia la otra persona. La consecuencia a nivel interpersonal es la facilitación de la interacción social.

Este modelo quedaría incompleto si no se tuvieran en cuenta las variables disposicionales, ya que este proceso no se produce de la misma manera en todas las personas. Así, hay algunas con una mayor tendencia a empatizar que otras, tanto a nivel global como a nivel más particular de cada uno de los aspectos de la empatía. Pueden existir personas que sean más hábiles en la adopción de perspectivas o la comprensión emocional pero tengan más dificultades en la resonancia emocional que otras, o viceversa. Incluso, existirán personas con mayor facilidad para la resonancia emocional positiva que para la resonancia emocional negativa. Por ello, es importante señalar que la empatía que experimente una persona en un momento dado no va a depender exclusiva-mente de los antecedentes inmediatos de tal emoción, sino también, y de forma fundamental, de la disposición a empatizar que tal persona tenga. Asimismo, existe otra serie de variables disposicionales que median en el proceso empático. Algunas de ellas son la intensidad emocional, la emocionabilidad y la regulación emocional del individuo. Estas variables juegan un papel importante en la experiencia de la empatía, como por ejemplo a la hora de determinar si la emoción que se experimentará al resonar con una emoción negativa de la persona objetivo será sana o no, es decir, si se experimentará estrés empático o compasión (Eisenberg et al., 1994).

También intervienen en este proceso las variables clásicas de personalidad, habiéndose estudiado fundamentalmente las relaciones con neuroticismo, cordialidad y apertura. El estilo atribucional de la persona tiene un papel mediador especialmente relevante para entender las relaciones entre los antecedentes y el proceso empático: ante una misma situación y una misma emoción por parte de la persona objetivo diferentes personas empatizarán de diferente manera puesto que distintos motivos a la persona objetivo (p.e. el sesgo del mundo justo, Lerner, 1980).

Una de las aportaciones del modelo es precisamente la integración de las diferentes perspectivas (social vs disposicional) a la vez que retoma aspectos como la diferenciación entre estrés empático y compasión, situándose en un punto intermedio entre los modelos comentados previamente. Además, la operativización del modelo a modo de análisis funcional permite una intervención precisa sobre aquellas variables que pueden estar afectando al proceso empático. Esto puede tener múltiples aplicaciones en el ámbito clínico de cara a realizar intervenciones más eficaces y precisas y también en Recurso Humanos para realizar selección por competencias.

La empatía en Psicoterapia

La empatía es un concepto que ha sido estudiado en muy diversos campos de la psicología, y que ha tenido un florecimiento masivo especialmente en la psicología social y la psicología del desarrollo. En el campo de la psicoterapia tuvo su época de apogeo a mediados del siglo XX, cuando Carl Rogers la introduce como habilidad indispensable para el terapeuta, y cuando Heinz Kohut y otros psicoterapeutas de renombre la incluyen en sus desarrollos teóricos. Sin embargo, muestran estar preocupados por el trato que se le ha dado a la investigación sobre la empatía del terapeuta en los últimos veinte años. Estos autores han realizado una extensa revisión sobre este asunto e indican que desde que Rogers llevo el concepto al campo de la psicoterapia, se le ha ido restado valor y las diferentes investigaciones que se han desarrollado para abordar el tema han sido cuestionadas con escepticismo. Afirman que después de un período inicial de interés por su estudio en general, la mayor parte de la investigación en empatía se ha reducido a los campos de la Psicología del Desarrollo y de la Psicología Social.

El aporte teórico de Carl Rogers: La empatía del terapeuta

Carl R. Rogers, uno de los psicólogos más influyentes de la primera mitad del siglo XX, creador del enfoque centrado en la persona, y que desarrollo un modelo teórico dentro del marco humanístico-existencial cuyo fin es el de ayudar a la persona a desarrollarse y crecer. Desde su teoría son tres las condiciones necesarias y suficientes para promover el cambio dentro de la psicoterapia (Rogers, 1975):

• La condición positiva incondicional.
• La congruencia o autenticidad.
• La empatía.

La condición positiva incondicional es cuando el terapeuta experimenta una actitud positiva y de aceptación hacia lo que el cliente es. De esta manera, acepta los sentimientos del cliente sin juzgarlo ni criticarlo. La autenticidad (genuineness) implica que el terapeuta sea él mismo en el consultorio, sin máscara profesional ni fachadas personales. Debe existir congruencia entre lo que experimenta a nivel emocional (experiencing), con lo que está presente en la consciencia, y lo que expresa al cliente.

La empatía (o capacidad empática), es uno de los recursos fundamentales del enfoque centrado en la persona. Para Rogers implica no sólo la comprensión “cognitiva” de la otra persona sino que el terapeuta sienta con precisión los sentimientos y significados personales que están siendo experimentados por el cliente; el sentimiento profundo en el interior de uno de lo que está sucediendo en la otra persona. Carl Rogers aclara que debe existir una reacción fisiológica que se corresponde con los sentimientos del otro.Para Rogers entre las condiciones necesarias y suficientes para el cambio terapéutico de personalidad, la empatía toma una gran importancia, remarcando que la comprensión empática del terapeuta implica sentir el mundo privado del cliente como si fuera el propio, sin nunca olvidar la calidad de “como si” de esta situación.

En el Enfoque Centrado en la Persona mas que de empatía habría que hablar de un entendimiento empático, o comprensión que el terapeuta experimenta al adoptar el marco de referencia interno del cliente y que luego comunica al cliente. Rogers lo distingue de otras conductas del terapeuta al marcar que es una manera de “experimentar” al cliente. “La empatía provee, entre otras cosas, un ‘espacio psicológicamente seguro’, libre de amenazas al sí mismo, en donde se facilita que las experiencias negadas o distorsionadas puedan poco a poco irse integrando al autoconcepto personal”.

La empatía, desde esta perspectiva, es un elemento facilitador que permite el acceso al mundo subjetivo de la persona. Ahora, para que la empatía tenga efectos positivos no sólo debe experimentar el terapeuta el marco de referencia del cliente, sino que el cliente debe recibir la comunicación de esa comprensión. Este segundo paso es fundamental, ya que desde esta perspectiva es la percepción del cliente sobre su terapeuta la que señala el nivel de la capacidad empática de éste.

Una de las diferencias que menciona en relación a otros enfoques es que la empatía es un “proceso” más que un “estado ”, dice que un alto grado de empatía en una relación es, posiblemente, el elemento más potente que lleva al cambio y al aprendizaje. Considera que un terapeuta ideal es, sobre todo, empático; y que la presencia de empatía desde los primeros momentos en la relación terapéutica es un predictor de los buenos resultados posteriormente. Desde su perspectiva, es el terapeuta el que trae la empatía a la relación. Considera que más allá del tipo particular de cliente con el que trabaje, la oferta de la empatía y la comprensión son responsabilidad del terapeuta.

De la misma manera sostiene que a mayor experiencia del terapeuta, mayor capacidad empática. Por otro lado señala que no hay relación entre la capacidad de crear un clima empático por parte del terapeuta y su precisión al realizar un diagnóstico (Rogers, 1975). Esta aseveración es explicada enumerando los siguientes efectos de la empatía en el cliente (Rogers, 1975):

• La empatía disuelve la alienación: quién la recibe se siente parte de la humanidad, a la vez que se siente acompañado por otro.

• Los niveles bajos de empatía se relacionan con mayores dificultades en la adaptación y un empeoramiento de la patología del cliente: de esta manera el cliente que siente que nadie lo entiende, ni siquiera su terapeuta, interpreta que la gravedad del cuadro debe ser muy severa.

• El cliente, cuando cuenta con un terapeuta empático, siente que alguien lo valora, a alguien le importa y lo acepta tal como es.

• La ausencia de un juicio crítico por parte del terapeuta empático, hace que el cliente se sienta más “normal” y, muchas veces, que no sea tan crítico con si mismo.

Por último Rogers menciona que al hablar de empatía en el terapeuta hay un gran papel de la intuición: “a veces la sintonización entre uno y la otra persona es tan fuerte que uno responde en función de un conocimiento inconsciente que tiene del otro”; Rogers dice que él se encuentra muchas veces siendo empático en formas que no comprende, de las que es consiente sólo de manera intuitiva.

La manera en que la Psicoterapia Centrada en la Persona propone evaluar la empatía del terapeuta, es la escala Barret-Lennard, donde son los clientes los que completan un cuestionario destinado a evaluar la empatía de los terapeutas (Rogers, 1975), quedando descartados los cuestionarios auto-administrados porque como Rogers sostiene, los terapeutas han demostrado ser incapaces de evaluar su propio nivel de empatía en una relación satisfactoriamente (Rogers, 1975).

La mirada del Psicoanálisis

Desde un principio, en el psicoanálisis la empatía se consideró como un ingrediente principal para afianzar el vínculo terapéutico. Freud (1913), por ejemplo, presentaba ya las directivas sobre cuál es el momento para iniciar la presentación de interpretaciones y ha expresado que en primer lugar se debe dar un rapport apropiado para el cual se requiere una actitud empática (Einfühlung). Freud describía la empatía como un paso previo al desarrollo de la transferencia. El creador del psicoanálisis también aseguraba que para registrar e interpretar comunicaciones inconscientes , y servir uno como instrumento en el análisis, se debe ser receptivo en niveles inconscientes y preconscientes, sin intromisiones personales (Freud, 1912), lo cual podría ser entendido como una actitud empática. De la misma manera, de sus escritos se puede entender que para Freud el adoptar una actitud empática es un componente esencial de la escucha analítica (Freud, 1912).

Más allá de la obra de Freud sobre el valor de la empatía en psicoterapia, el psicoanalista que le brindó más importancia al término fue Heinz Kohut. Este autor desarrolló la Psicología del Self, una de las escuelas postfreudianas más influyentes, especialmente, en los Estados Unidos. Wispé (1987) destaca el impacto que el aporte de Kohut tuvo y tiene en el psicoanálisis moderno y la teoría psicoanalítica. Para Kohut la empatía es “el intento de una persona por experimentar la vida interna de otro, mientras se permanece como un observador externo”. De cualquier manera, Kohut más que mostrarse interesado por definir la empatía lo que de buscaba era realizar un análisis del rol que el constructo tiene en la adquisición de información psicológica. La empatía, para la Psicología del Self, es una capacidad innata e implica un modo de observación y que permite recabar información sobre el paciente. La meta del terapeuta es permanecer neutral y objetivo, a la vez que empatiza con su paciente logrando una mejor comprensión psicológica del mismo. Dentro de sus escritos, declara que la empatía:

• No cura.
• No es terapéutica per se.
• No implica necesariamente la compasión.
• No es infalible.

Sin embargo, su importancia se destaca al nombrarla como una herramienta útil para el terapeuta porque le permite acceder a información que no se encuentra disponible por otros medios. Kohut define el fenómeno psicológico como “introspección y observación empática”; y destaca que la empatía permite entender actitudes y valores, presentando un beneficio para la psicoterapia.

Una de las características que destaca Kohut de la empatía en la labor analítica es que la capacidad empática disminuye cuanto más diferente es el observador de quien observa. Cree que cuando el terapeuta se encuentra más cerca del tipo de vida que lleva el paciente, más capacidad presenta para empatizar con él, y, por lo tanto, obtener mayor comprensión sobre la situación que plantea señala que la postura a favor de la importancia de la empatía en Psicoanálisis, si bien es compartida por Freud, Ferenczi, Kohut, Loewald, entre otros; presenta argumentos en su contra desde otros autores psicoanalíticos, entre los cuales se encuentran: Hartmann, Shapiro, Shevrin, Sten y Klugman. El debate “a favor” y “en contra” se mantuvo, principalmente en un plano teórico y continúa hoy en día. Los que destacan su importancia la consideran esencial:

• El establecimiento de la confianza y la constitución de la alianza.
• La penetración del estado interno del otro como inquisición psicológica.
• La facilitación de la regresión y el re-desarrollo.

Por otro lado, se encuentran quienes consideran que la información que se obtiene mediante la empatía no es científica; no es confiable; y potencialmente lleva a sacar conclusiones erradas. En esta línea de pensamiento, también se sitúa Book (1988), quien está de acuerdo con la importancia de la empatía para la terapia psicoanalítica, pero considera que muchos psicoterapeutas no comprenden lo que implica la empatía en la práctica y realizan actos que ellos llaman empáticos, pero a los que los pacientes responden negativamente, ya que muchas veces hay una mala interpretación del término, algunos creen que implica sentir pena por el otro, o como la capacidad de ver lo que está pensando el paciente, y otros realizan verdaderas identificaciones con su paciente, en las que la ausencia de la distancia óptima, actúa negativamente. Book (1988) expresó que el lado negativo de la importancia que se le da a la empatía en la psicoterapia es que muchas veces los pacientes se sienten incomprendidos y asaltados y responden a los comentarios del terapeuta con maniobras defensivas, necesitando, luego, elaborar su transferencia negativa.

Ser empático debe ser una respuesta interpersonal en la que el analista expresa la comprensión empática de manera que el paciente se sienta comprendido y calmado. Lo que uno comprende de la experiencia interna de un paciente y la manera en que utiliza esa información (si es que uno decide utilizarla) es lo que marca la diferencia entre la empatía utilizada a favor de la psicoterapia y la que interfiere con el proceso. En esta línea, se ha trabajado el tema de la patología de la empatía, a partir de la idea de que puede existir una “falta” de empatía, también puede haber un exceso. En este extremo estarían “quienes no se diferencian del otro, que presentan un cierto emborronamiento de su self y no poseen una clara delimitación entre el sí mismo y el otro: lo que siente el otro es inmediatamente vivido como propio” . En estos casos, habría una pérdida del propio espacio subjetivo, del sentimiento de identidad. La “sana empatía”, para el autor, consiste en captar al otro sin fusionarse con él, conservando un espacio propio de identidad. El otro peligro que menciona en cuanto a la empatía es el de la identificación proyectiva, donde un terapeuta cree captar a su paciente, pero, verdaderamente, está atribuyéndole al otro los propios deseos, sentimientos o temores. “El legítimo deseo de ser empáticos con nuestros pacientes y el mandato superyoico de serlo (el primero derivado del sistema motivacional de cuidar al otro; el segundo de una identidad socialmente sancionada) pueden conducir a vínculos antiterapéuticos, es decir, a reforzar patología del paciente”.

Un concepto muy importante en muchos de los desarrollos postfreudianos es el de contratransferencia. Algunos autores vinculan este término con la empatía. Lerner y Nemirovsky, por ejemplo, expresan que en muchas ocasiones se tiende a superponer ambos conceptos. Ellos se ocupan de diferenciarlos mencionando que la capacidad empática representa el “co-vivenciar” determinados sentimientos y experiencias con el analizando; lo cual depende de las experiencias comunes. En cambio, la contratransferencia definida como la reacción del analista a las transferencias del paciente, existirá en mayor o menor medida en cualquier proceso analítico, más allá de que se compartan o no las experiencias. Ambos conceptos tienen en común que brindan al terapeuta datos útiles para la comprensión diagnóstica; sin embargo es la empatía la que permite el despliegue de transferencias. Otra diferencia que encuentran es que la empatía es susceptible de entrenarse y ampliarse, y se ve beneficiada por la experiencia del analista.

En definitiva se observa que el psicoanálisis vincula a la empatía con el establecimiento de un rapport adecuado y el posterior despliegue de transferencias; la utiliza como instrumento para recabar información; y la relaciona con la contratransferencia. Por otro lado, los psicoanalistas mencionan que hay que ser muy cautelosos con su utilización dentro del ámbito terapéutico ya que puede confundirse con la identificación proyectiva, puede llevar a conclusiones erradas y, si el paciente se siente más invadido que comprendido, puede derivar en una reacción terapéutica negativa.

El impacto de la empatía en psicoterapia actual

Desde el área teórica de la psicología clínica la empatía se sostiene como una importante “motivación funcional asociada con la elección de la profesión de psicoterapeuta” y como uno de los factores más importantes para el establecimiento de una buena alianza terapéutica. Parloff, afirma que todas las escuelas de psicoterapia acuerdan en que una buena relación entre el terapeuta y el cliente es una condición necesaria para ejercer cualquier tipo de psicoterapia. Sin embargo cuestiona el grado de importancia que las teorías le han dado a la empatía, la calidez y la autenticidad del terapeuta, como beneficio para el paciente. Durante los últimos treinta años los investigadores buscaron poner a prueba las afirmaciones que sostienen a la empatía como elemento generador de cambio. Si bien no hay un acuerdo completo en los resultados, se ha reunido una gran cantidad de información que avala la importancia de la empatía en el proceso terapéutico.

En una encuesta realizada en Argentina a 60 profesionales de un centro de psicoterapia el 97% de los terapeutas incluyó a la empatía como una de las características más valiosas en el rol profesional. Por otro lado, en un estudio realizado en Estados Unidos en 1974 a 83 psicoterapeutas concluyó que el factor más importante para ser terapeuta es “tratar de comprender el punto de vista del cliente de la manera más precisa y sensible que el terapeuta pueda”. Más recientemente, en el año 2002 se realizó en ese mismo país una encuesta sobre empatía a psicoterapeutas en el que se encontró que se sostenía como una habilidad necesaria para la profesión. En este estudio se relevaron las definiciones de empatía que pudieron dar 565 psicólogos y Consejeros (counselors) de la American Psychological Association (APA) y de la American Counseling Association (ACA). El objetivo principal del estudio era establecer si la concepción que tenían era congruente con el modelo teórico al que adscribían. Los resultados sugieren que las definiciones de empatía de los practicantes se relacionan directamente con el grado de identificación que los mismos tienen con sus teorías psicoterapéuticas de base. Por ejemplo, para los terapeutas de los modelos humanístico/existencial y psicodinámico la empatía es una habilidad innata; mientras que quienes se presentan más afines a la teoría conductista la consideraban como una capacidad a desarrollar.

Otra de las conclusiones a las que llegaron es que tanto los humanistas como los psicodinámicos relacionan la empatía con el punto clave en la terapia de los sentimientos; y con el proceso comunicativo, por lo tanto expresan utilizarla en mayor medida que los otros modelos teóricos. Los terapeutas conductistas y cognitivos, por su parte, mostraron una tendencia a entender la empatía como una habilidad propia de las personas. Los autores también encuestaron a terapeutas sistémicos pero no presentaron resultados sobre los datos obtenidos. En la discusión del trabajo se habla de la necesidad que hay de poner a prueba estos resultados en la práctica para ver cuanto utilizan realmente la empatía los terapeutas. Proponen que en un siguiente trabajo un observador externo evalúe sesiones reales de terapeutas de los diferentes marcos teóricos y compruebe si son consistentes o no con la teoría a la que adscriben.

Hasta ahora la empatía del terapeuta (evaluada por sus clientes) presenta correlaciones positivas con el establecimiento de una alianza de trabajo fuerte y con la obtención de resultados de psicoterapia positivos. De la misma manera queda demostrado en gran cantidad de trabajos que a mayor nivel de empatía, hay mayor beneficio para los pacientes (Paterson, 1984). En una revisión bibliográfica, Patterson encuentra que el 47% de 15 estudios que se ocuparon de las condiciones necesarias para un terapeuta, ofrecen evidencia de que mayores niveles de empatía se correlacionan positivamente con un resultado positivo. Orlinsky y Howard en 1978 realizaron otra revisión en la que encontraron que en general estos estudios sostienen la idea de que el sentirse comprendido por el psicoterapeuta tiene resultados beneficiosos para los pacientes (en Patterson, 1984). De la misma manera se ha demostrado que la sensación del paciente de sentirse entendido profundamente lleva a una mayor apertura y mayor confianza en el terapeuta.

Sin embargo, no todos están de acuerdo con que la empatía cumpla un papel tan relevante en el marco psicoterapéutico. Se puede ver que diferentes autores comienzan a cuestionar diferentes aspectos del término. En primer lugar cabe mencionar a Rogers (1975), quien aclara que los terapeutas han demostrado ser muy imprecisos en la propia valoración de la empatía que presentan en una relación y, propone que sean los clientes quienes evalúen la empatía del terapeuta. Deja ver, entonces, que llevar a la práctica la teoría supone una mayor complicación de lo que esperaba. Book coincide con esa idea cuando cuestiona la concepción que cada terapeuta puede tener de la aplicación de la empatía expresa que en ocasiones la pérdida del propio espacio subjetivo o la identificación proyectiva puede confundirse, en ciertos terapeutas, por empatía. En la investigación de la empatía, más allá de presentarse como una de las características más valiosas de la autoimagen, se encuentra asociada con ciertas dificultades tales como sobre involucramiento emocional y dificultad para poner límites. Bohart (2002) y sus colaboradores, por su parte, mencionan que es tiempo de reevaluar el supuesto de que la empatía del terapeuta es un elemento clave para el cambio en el proceso terapéutico.

A manera de conclusión de lo expuesto, se puede decir que para la comunidad terapéutica está clara la importancia de la empatía en la psicoterapia, pero eso no significa que se traslade a la práctica de una manera “sana” y a favor del paciente, ya que los terapeutas no pueden dar cuenta por sí mismos de su propio nivel de empatía. Esto hace necesario que se lleven a cabo nuevas investigaciones sobre la empatía de los terapeutas y que se las correlacione con diferentes elementos de la psicoterapia.

La empatía del paciente

Recientemente ha surgido una nueva concepción que considera a la empatía en psicoterapia como dialógica porque se basa en facultades empáticas tanto del cliente como del terapeuta. Estas facultades se activan automáticamente mediante canales de comunicación verbales y no verbales y que dependen de una intención consciente de comprender al otro. Si se comparte este punto de vista, dentro de la investigación de la empatía en psicoterapia no debería dejarse de lado la evaluación de la empatía del paciente.
Poco se ha discutido sobre la empatía de los receptores de la psicoterapia. Algunos autores definen ciertos trastornos mentales como portadores de un déficit de la empatía , pero más allá de estos cuadros psicopatológicos en particular, los profesionales en salud mental no se han mostrados preocupados por evaluar el nivel de empatía de los pacientes ni por desarrollar las habilidades empáticas de sus pacientes, aunque se cree que podría traerles muchos beneficios, especialmente en aquellos que presentan dificultades en sus relaciones sociales. Si estas personas tuvieran la posibilidad de comprender la perspectiva de los otros e interpretar mejor sus emociones, es probable que tengan una mejor comunicación con las otras personas.

Bleichmar se muestra interesado en el desarrollo de capacidades empáticas de los pacientes, ya que menciona que se puede ver una diferencia entre la relevancia que se le ha dado a la empatía del terapeuta y los desarrollos que han abordado el entrenamiento en habilidades empáticas de los pacientes. En su conferencia presenta una manera de trabajar la empatía con pacientes con patologías narcisistas (egocentrada), para que paulatinamente desarrollen mayor empatía, y dice: Si bien podría pensarse que las intervenciones más adecuadas serían aquellas en que se les mostrase el sufrimiento de los que con él/ella interactúan, sin embargo esto es sentido rápidamente como una falta de empatía con el paciente, como una alianza con los extraños, como una crítica. Aquí es donde el trabajo en la relación terapéutica, en el vínculo que transcurre entre el paciente y el terapeuta, ofrece una oportunidad única. Se trata de aprovechar las oportunidades en las que el paciente, egocentrado, desconoce las necesidades, las exigencias que plantea al terapeuta, las frases insensibles que profiere, etc., para decirle: ‘Sé que necesitas que yo esté incondicionalmente a tu servicio, que esto tiene que ver con…. (se aportan datos de la biografía del paciente), pero quizás valga la pena que te preguntes cómo me debo sentir yo. No es para culpabilizarte sino para ayudarte a ampliar tus perspectivas, a sentir lo que sientes tú y, simultáneamente, conectarte con lo que pudiera estar sintiendo yo’. El autor rescata, sin embargo, que al momento de realizar una intervención de este tipo se requiere una alianza terapéutica establecida, donde prime la confianza y el diálogo franco ya que es una manera de confrontar al paciente con sus rasgos caracterológicos.

Más allá de lo que pueda ayudar a los pacientes en su vida personal el hecho de contar con un mayor nivel de capacidad empática, también es importante tratar el tema de la empatía en esta parte de la pareja psicoterapéutica por la implicancia que tiene dentro de la relación. Ya se ha expuesto que si bien Rogers considera que los terapeutas presentan un grado de empatía constante que llevan a la terapia de todos sus pacientes (Rogers, 1975), hay quienes desacuerdan con esta postura y afirman que ciertos factores ambientales, entre los que se encuentra la persona del paciente, pueden servir como facilitadores u obstructores del despliegue de la empatía en el proceso terapéutico. Este punto de vista se basa en que la empatía que despliegue el cliente con su terapeuta interactúa con las actitudes del terapeuta, tales como empatía, aceptación, autenticidad y calidez; de manera que si uno no percibe lo que ofrece el otro, entonces la posibilidad de establecer una alianza de trabajo efectiva y de obtener buenos resultados se ponen en juego. Esta perspectiva intenta superar la noción del terapeuta como único responsable de la empatía en la terapia, presentando una postura de orden interpersonal, que ofrece dos ventajas: en primer lugar subraya la continuidad entre la psicoterapia y otras relaciones humanas; y en segundo lugar ofrece una comprensión más completa de la empatía que resalta el papel de agencia del cliente y que provee importantes pistas sobre entrenamiento en psicoterapia.

Instrumentos de evaluación de la empatía dentro del ámbito psicoterapéutico

A la hora de evaluar la empatía en el ámbito psicoterapéutico resulta de gran interés disponer de instrumentos fiables y válidos para evaluar a los propios psicólogos, ya que esta capacidad de empatizar es una de las principales habilidades que debe presentar un buen terapeuta. Así para la terapia humanista rogeriana o centrada en el cliente, tres son las condiciones que deben estar presentes durante la sesión para que se pueda producir el cambio terapéutico en el cliente: autenticidad o congruencia del terapeuta, aceptación positiva incondicional de éste hacia el cliente, y comprensión empática del mismo. Desde esta misma orientación de la terapia centrada en el cliente, habla de dos tipos de comprensión empática en la relación terapéutica: la empatía cognitiva que consiste en percibir el mundo desde el punto de vista del cliente, y la empatía afectiva, que hace referencia a sentir con el cliente conservando la distancia emocional necesaria para mantener la objetividad. Estos comentarios han sido apoyados en la revisión. Así, señalan la importancia de la empatía para aplicar tratamientos más adecuados a las necesidades y expectativas del cliente .

Los instrumentos de evaluación se han ordenado a partir de una clasificación presentada. Cabe mencionar que ya en 1957 Rogers había propuesto diferentes maneras de evaluar la empatía en psicoterapia (Rogers, 1957/2007), sin embargo en ese momento todavía no se habían desarrollado instrumentos para hacerlo.

Entre las maneras disponibles para evaluar la empatía del terapeuta se encuentran:

• Los cuestionarios que responde el propio terapeuta.
• Los cuestionarios en los que el paciente evalúa el desempeño empático de su terapeuta.
• Las evaluaciones realizadas por observadores externos.
• Las escalas de predicción empática, donde lo que se evalúa es la capacidad del terapeuta para predecir las contestaciones de su paciente.

En cuanto a la evaluación de la empatía del paciente, ésta es un área que aún no cuenta con desarrollos específicos. Se ha mencionado anteriormente que algunos autores se muestran interesados en los resultados que dichas investigaciones podrían revelar . Ellos se basan en que si la empatía se observa como un ciclo donde ambos participantes se comprenden y “sintonizan” mutuamente, se requiere de los dos participantes para que se despliegue dentro del proceso terapéutico. Sin embargo, poco es lo que se ha puesto en juego y si alguien se encuentra interesado en realizar una investigación de este tipo debería recurrir a instrumentos generales como “Reading the Mind in the Eyes”, el cuestionario de Meherabian y Epstein (1972), el IRI desarrollado por; o debe realizar una adaptación de alguno de los instrumentos que se describirán a continuación.

Empatía evaluada por el paciente

Barrett- Lennard Relationship Inventory (BLRI):

Esta escala, la más utilizado en clínica para la evaluación de la empatía del terapeuta, fue creada por Godfrey como un instrumento para la terapia centrada en la persona. La definición operacional, por lo tanto, es la que se acerca más a la perspectiva de Carl Rogers. Se trata de un instrumento que evalúa en qué medida el terapeuta experimenta empatía hacia su cliente . Si bien el instrumento es extenso y mide diferentes aspectos de la relación terapéutica, cuenta con una sub-escala de empatía que puede utilizarse de manera aislada del resto de las escalas. Esta escala consta de una serie de ítems que completa el paciente en función de su terapeuta. Principalmente se evalúa la comprensión empática del terapeuta, es decir, si el paciente se siente comprendido por aquel. Es importante destacar que para Rogers no basta con que el psicoterapeuta capte los sentimientos y pensamientos de su paciente, sino que debe ser capaz de comunicar esta comprensión. Éste punto también se evalúa en la escala (Rogers, 1975).

Lo que este instrumento tiene a su favor en relación a otros en el campo de la psicoterapia, es que cuenta con evidencia empírica que avala la correlación positiva entre los niveles de empatía del terapeuta (obtenidos de la percepción de sus pacientes) y los resultados de la psicoterapia, tanto en la orientación psicodinámica como cognitivo-conductual. Algunos de los estudios que utilizaron este instrumento encontraron los siguientes resultados:

• Se evaluó con este instrumento a un grupo de terapeutas no-videntes y a otro de terapeutas videntes a modo de grupo control. Los resultados muestran que para sus pacientes los terapeutas no videntes fueron percibidos significativamente como más empáticos que los otros. Si bien los autores no presentan hipótesis sobre las posibles causas, sería interesante discriminar si es que los no-videntes perciben cambios más sutiles en las inflexiones de la voz; si es que los videntes tienen más tendencia a la distracción; o si hay otra explicación posible para estos resultados.

• En otro estudio se presentó una versión abreviada de este instrumento a un grupo de terapeutas cuyas pacientes mujeres habían comunicado haber padecido de incesto. Se encontró que la respuesta positiva del terapeuta en la primer comunicación y el hecho de que hayan realizado preguntas directas son elementos facilitadores para que las mujeres comuniquen situaciones de incesto.

• Fuera del ámbito de la psicoterapia se utilizó la escala para detectar las condiciones que se relacionan con mayor satisfacción en la pareja. Entre los conceptos evaluados, la empatía presentó un nivel superior, por lo cual los investigadores concluyeron que un buen nivel de empatía promueve la satisfacción en la pareja y coincide con la idea de que exista entrenamiento empático en la pareja.

Entrenamiento en Meditación para la Mejora de la Empatía (MEET)

han desarrollado una técnica derivada del budismo mahayana cuyo objetivo es permitir al cliente desarrollar su habilidad de funcionar empáticamente. Partiendo de la definición de empatía dada por, quien la entiende como una habilidad cognitiva y afectiva que consiste en la capacidad de sentirse dentro de la vida de otra persona. Este entrenamiento consiste, en pocas palabras, en una iniciación a la práctica de meditación, para posteriormente enseñar al cliente a generar una imagen de otra persona (sucesivamente de uno mismo, de una persona querida, de un desconocido y finalmente de un enemigo) e ir desarrollando sentimientos de lo que los autores denominan compasión, alegría empática y ecuanimidad hacia ella. comentan en este artículo que la terapia MEET está especialmente indicada para trastornos de personalidad con déficit de empatía como el narcisista, el paranoide, el esquizoide, el antisocial y el trastorno de personalidad compulsivo, así como para programas de entrenamiento de profesionales del ámbito de la salud mental.
Empatía evaluada por el terapeuta

Para la auto-evaluación de la empatía del psicoterapeuta, uno de los instrumentos que se utiliza es una versión modificada y apta para la auto-administración del BLRI. Según Bohart, en revisiones anteriores realizadas por Barrett-Lennard y por Gurman, se ha encontrado que estas escalas no son predictivas de los resultados de la psicoterapia ni se correlacionan con las escalas evaluadas por el paciente o por un observador externo (Bohart et al., 2002). La interferencia que tiene la deseabilidad social en este tipo de cuestionarios puede constituir una de las razones por las cuales sus resultados no sean tan confiables. Por otro lado, dentro de este tipo de cuestionarios, se puede encontrar una escala llamada “Escala de evaluación del constructo de empatía”, Empathy Construct Rating Scale (ECRS) que si bien no es específica del campo de la psicoterapia es apta para su utilización (Bohart et al., 2002).

Escala de evaluación del constructo de empatía(ECRS)

La escala fue desarrollada por Elein La Mónica, quien asegura que cuenta con un alto grado de validez en la evaluación de la empatía. El campo en el que trabaja esta investigadora es el de la enfermería, sin embargo, el instrumento no fue desarrollado para esa profesión exclusivamente (La Mónica, 1996). El cuestionario cuenta con 100 ítems que pueden ser evaluados tanto por la propia persona como por un observador externo. A cada ítem se le otorga un puntaje de 0 a 5 puntos.

Una de las diferencias que se encuentran con otros tests de este tipo es que La Mónica no clasifica los ítems en subescalas ya que expone que sus resultados avalan el hecho de que “la empatía es un constructo que existe como un todo y cada uno de sus elementos debe estar presente para que exista” (La Mónica, 1996). Un ítem a modo de ejemplo es: “parece comprender el estado emocional de la otra persona”.

Empatía evaluada por un observador

Este tipo de instrumentos cuenta con un evaluador externo que puntúa la empatía del terapeuta luego de estar presente en la sesión psicoterapéutica (in-situ o en cámara Gesell). Estas escalas sirven principalmente para medir la empatía en modelos centrados en el paciente. Se han encontrado una serie de escalas de este tipo, a continuación se desarrollará la más importante en función a las investigaciones que la utilizaron y se mencionarán las otras con menos detalle.

Escala de resultados de empatía de Truax

La escala de resultados de empatía de Truax (Truax Empathy Scores) fue realizada en 1967 por Truax y Carkuff. Surgió dentro del enfoque de psicoterapia centrado en el paciente. En esta escala hay un observador que evalúa el nivel de empatía del terapeuta. El observador presencia una sesión terapéutica y luego otorga un puntaje según el nivel de empatía evaluado. La sesión puede observarse de manera
directa; a través de un video; o el juez puede escuchar una grabación de la misma mencionan que el instrumento puede utilizarse también con porciones pequeñas de las sesiones. De esta manera el observador luego de ver o escuchar la interacción paciente-terapeuta adjudica un nivel de empatía al terapeuta según la descripción que considere que se adecua mejor con lo observado. Los niveles van del 1 (que representa el nivel más bajo de comprensión empática) al 8. Para ejemplificar, a continuación se presentan dos niveles (uno bajo y uno alto), los niveles restantes presentarían características intermedias.

Nivel 1: La definición del terapeuta es la siguiente: “Parece totalmente desatento, hasta de los sentimientos más evidentes del paciente. Sus respuestas no son apropiadas al estado de ánimo del paciente ni a sus sentimientos. El terapeuta puede estar aburrido y desinteresado o dando consejos de manera activa, pero no comunica el estar al tanto de las vivencias del paciente”(; citado en Rogers, 1975)

En el Nivel 8: El terapeuta se define de la siguiente manera: “Interpreta con precisión todos los sentimientos presentes en el paciente. También descubre las áreas ocultas del paciente, comunicando sus significados en función de la experiencia de aquel, muchas de las cuales el mismo paciente aún no está al tanto. El contenido que sobreviene al paciente es nuevo pero no ajeno, lo puede aceptar. El terapeuta está atento a los errores que él mismo puede cometer ya que se mantiene alerta a las reacciones del paciente sobre sus intervenciones. El terapeuta cambia rápidamente sus respuestas cuando detecta que algo no está bien, demostrando estar muy atento a lo que sucede y lo que se está hablando. El terapeuta también refleja un compañerismo con su paciente en tentativas de ensayo y error. Su tono de voz demuestra la seriedad y profundidad de su empatía” (; citado en Rogers, 1975)

Un estudio realizado con este instrumento en 1969, por un lado evaluó la empatía de los terapeutas y, por otro, se les tomó el MMPI y una prueba de inteligencia. Los investigadores alcanzaron las siguientes conclusiones:

• A mayor nivel de perturbación en la personalidad (MMPI), menor grado de empatía manifestada en las entrevistas.

• No existe ninguna correlación entre los índices de capacidad intelectual de terapeutas y sus puntuaciones de empatía.

Stepien y Barenstein mencionan en su artículo otra escala que ha sido menos utilizada: La escala de Watson. Esta escala, creada en 1999, involucra tanto la comunicación verbal como la no verbal. También permite que se correlacione con la escala de Barrett-Lennard (BLRI) del paciente y además brinda la posibilidad de que sean los supervisores quienes evalúen a los terapeutas.

Escalas de predicción empática

En este tipo de escalas los terapeutas evalúan lo que los pacientes contestarían por sí mismos en diferentes ítems de escalas de personalidad o listas de síntomas. Luego se comparan estos resultados con los que el paciente completa. La medida de empatía en estos casos es la congruencia entre los puntajes del paciente y del paciente. Se las llaman predictivas porque el terapeuta trata de predecir la manera en que contestará el paciente.

El instrumento que mas se ha utilizado para la predicción empática es un modelo creado por William Ickes y colaboradores en, que presenta variantes según la relación interpersonal de los sujetos evaluados. En este instrumento no se administra un cuestionario sino que se filma una situación de interacción entre dos personas para en un segundo momento hacer que miren esa situación y que indiquen los sentimientos y pensamientos que recuerdan haber tenido en diferentes momentos del encuentro. La tercer etapa del estudio consiste en hacerlos observar el video nuevamente y, en este caso, preguntarles a cada uno sobre lo que creen que el otro estaba sintiendo o pensando en ciertos momentos. El instrumento fue utilizado para medir empatía en todo tipo de díadas, desde gente desconocida interactuando en una sala de espera, hasta matrimonios. Para adaptarlo a la evaluación de la empatía del terapeuta, los investigadores realizaron una pequeña modificación: los pacientes sólo completaban lo que ellos habían sentido/pensado mientras que los terapeutas sólo comentaban sobre lo que creían haber captado de sus pacientes.

Esta manera de medir la empatía es considerablemente diferente a los cuestionarios descriptos anteriormente. La prueba presenta mayor valor ecológico ya que permite evaluar la precisión con que el terapeuta comprende e interpreta a su paciente. Es un método confiable y objetivo para medir la empatía. Hay menor posibilidad de que la capacidad de percepción del paciente, por ejemplo, interfiera con los resultados. En un estudio realizado en 1995, 80 estudiantes observaron tres videos de sesiones psicoterapéuticas y realizaron inferencias sobre los sentimientos de cada paciente. Lo más relevante del estudio fue que cada participante obtuvo niveles de empatía consistentemente altos, medios, o bajos en las tres observaciones. Estos resultados fueron interpretados por los autores como que la capacidad empática de un sujeto se mantiene constante con las diferentes personas con las que interactúa. A partir de estos datos los autores proponen que cuando se tomen evaluaciones a aspirantes en cursos de especialización clínica se los evalúe en su capacidad empática. También expresan que se debería entrenar a los futuros terapeutas en habilidades empáticas utilizando videos con la información de los pacientes sobre sus emociones y pensamientos a cada momento. En otras investigaciones donde se utilizó la escala de precisión empática con terapeutas los resultados obtenidos muestran que la precisión empática de una persona aumenta a medida que ha mantenido mayor contacto con el sujeto con el que debe empatizar. También se observó que en las situaciones en las que el sujeto brindó feedback sobre sus sentimientos y pensamientos, la precisión empática del terapeuta mejoró.

Habilidades

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Publicado el

1 julio 2020

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