Al igual que el mayordomo de las películas, los psicólogos siempre debemos sospechar de la culpa como responsable de la mayoría de los trastornos emocionales. Podemos definirla, como esa sensación desagradable que surge tras haber trasgredido alguna norma social o principio moral. Se opone a la experiencia de felicidad, debido en muchos casos, a que focalizamos dicha felicidad en un objeto real o simbólico concreto, que acaba defraudándonos. Puede manifestarse a través de síntomas como el dolor de estomago, espalda o cabeza y pensamientos recurrentes como reproches o autocríticas feroces.

A mi las emociones, ni fu ni fa

Las emociones no son ni buenas ni malas, son indicadores de la realidad que vivimos. La culpa nos señala que una conducta ha generado una brecha entre como pensábamos que éramos y como nos hemos comportado o somos en realidad. Esto genera una angustia paralizante, de la que no podremos salir hasta que reconozcamos la situación. Replantearnos la visión ideal de nosotros, nuestra rigidez emocional, que no todo puede clasificarse entre bueno y malo. Y entender que para ser felices necesitamos aceptar que también habrá momentos en que seremos infelices. De hecho, no sentir culpa esta solo al alcance de los psicópatas.

La perfección no existe, son los padres

Tanto el perfeccionismo como la culpa se gestan en la infancia, en un momento en que nuestra conciencia moral (la que valora lo que esta bien o mal) se esta formando, momentos en lo que nos enfrentamos a expresiones manipuladoras del tipo si no te portas bien no te vamos a querer. También la infancia es el momento en que hace su aparición la religión, en una sociedad como la nuestra, donde todos somos católicos, aunque no creamos, y que se asienta sobre el sacramento de la confesión con una oración que comienza: Confieso ante Dios todopoderoso, y ante vosotros, hermanos: que he pecado mucho de pensamiento, palabra, obra, y omisión; por mi culpa, por mi culpa, por mi grandísima culpa. Hace que exista una culpabilidad casi crónica, que hace acto de presencia en todos los momentos de felicidad, desde los logros personales al sexo. Esto eleva los niveles de estrés que puede tomar la vía somática generando úlceras, problemas cardiacos e infecciones (por bajadas de nuestras defensas). O por la vía emocional, desembocando en depresión, ansiedad e incluso desordenes alimentarios.

Las caras de la culpa

Muchas veces nos sentimos culpables por no poder controlar comportamientos, como pasa con el chocolate, o con retos que nos proponemos, como desconectar (un rato) de las redes sociales, pequeñas cosas que magnificamos y nos hacen sentir remordimientos. En otros casos, es un síntoma que padecen las personas con algún trastorno psicológico, se sienten culpables por cosas anodinas o del pasado, las cuales tras recuperarse dejan de tener importancia alguna. Por ultimo, la culpa puede aparecer en actos fantaseados o por acciones imaginarias que no se han llevado a cabo, pero cuyo impacto emocional es igual de doloroso.

El test del dolce far niente…

… que viene a significar algo así como disfrutar del no hacer nada, puede ser un medidor del nivel de culpa, si ha sentido una punzada al leer la frase o una mezcla entre deseo y angustia al imaginar llevarla a cabo, tiene varios puntos en la escala de culpa. Si se ha descubierto autoculpándose de cosas de las que nada tiene que ver, sume algún punto más. Si además tiene una visión negativa de si mismo o de su progreso personal, ya esta jugando por el pleno. Si además siente que las ideas de los demás valen más que las suyas y es incapaz de defender sus derechos, tiene una matricula de honor de culpa.

Entonces ¿que puedo hacer?

La culpa nos oculta del mundo

Cómo sabía que llegaríamos a este punto he dejado algunas pistas con negrita en el texto, ideas que pueden ayudar desmontar nuestro mecanismo de culpa. En general si las emociones que se vuelven tan intensas que nos dañan, tenemos que reflexionar sobre nuestras creencias acerca del mundo que nos rodea, tomarnos todo con mas filosofía, ser más benevolentes con nosotros y evitar a toda costa exigirnos la carga de la perfección. A nivel practico tendríamos que:

Controlar los niveles de tensión, el estrés es un mecanismo útil cuando se utiliza debidamente, llevar siempre puesto el turbo no es bueno y acarrea problemas musculares y fallos orgánicos.

Aguantar las turbulencias de la vida, no perder el control, detectar el inicio de los ataques de angustia antes de que nos haga caer en barrena una barrena emocional.

Dar al Cesar lo que es del Cesar. Debemos valorarnos en nuestra justa medida, no solo ser autocríticos, sino también respetarnos y ser capaces de mirar atrás para ver nuestros logros. Recuerde el dicho, la modestia es la virtud de los que no tienen otra.

Repetirnos que la perfección no existe. Obsesionarnos con alcanzarla solo nos llevara a la frustración y el desasosiego. Si además somos autocríticos de tridente, tenemos los ingredientes para una vida de insatisfacción.

… Y que equivocarse es humano, la vida es un juego y tenemos que estar preparados para ganar y perder. Los mejores futbolistas han fallado un gol, lo que les hace grandes es que saben que si no pasan pagina podrían fallar el siguiente.

Recuerda que la apuesta es con tu dinero, escuchar consejos esta bien, pero al final tu eres quien mejor sabes de ti mismo, sobre todo si vas a vivir las consecuencias en tus propias carnes. A quien no le suena eso de: yo que tu… me separaría, me lo compraría, me iría, etc.

Mostrarnos tal como somos, a hombres y mujeres nos han enseñado ocultar nuestras debilidades y defectos. Siempre tenemos que mostrar nuestra mejor cara. Estar siempre arreglados emocionalmente crea una barrera con los demás, y lo que es peor nos deja un sentimiento de que los demás conocen es a alguien que no somos realmente nosotros.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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