Hikikomori

Que es el Hikikomori

Javier Miravalles (2020)

Es un término japonés que textualmente significa “confinamiento”, esta formado por un sintagma construido con el verbo hiki, que significa “tirar” o “hacer fuerza para uno mismo”, y el verbo komoru, que significa “encerrarse”, “confinarse”. El sufijo hiki, intensifica el significado de “confinarse”. Cabe destacar que la palabra no sólo hace referencia a la población que padece dicho trastorno, sino también al trastorno en sí mismo.  A finales del siglo pasado se generalizó para hablar de una persona que, sin presentar ningún trastorno psiquiátrico, se mantiene en un estado de aislamiento continuado durante más de seis meses, en los que no tiene ningún tipo de relación interpersonal con nadie, aparte de su familia.

Ogino precisa el aislamiento definiéndolo como personas que normalmente se retiran de la mayoría de las redes sociales a sus espacios o habitaciones durante mucho tiempo, sin que su familia pueda entender las razones”. N. Ogi, aporta a la definición la variable de edad situación en la cual las personas de 15 años o más se retiran a sus hogares por períodos de más de seis meses debido a razones que no sean trastornos mentales, y son incapaz de participar en actividades sociales. Durante el periodo de aislamiento limitan la cantidad de cosas que necesitan o piensan que necesitan. La motivación para aislarse es producto del miedo a entablar posibles interacciones sociales con otras personas que puedan juzgarlos por lo que podríamos estar frente a una patología social, ya que la causa de esta problemática podría residir más en los aspectos estructurales de la misma sociedad japonesa, la cual limita los recursos con los que los jóvenes pueden establecer metas afines con sus intereses pero que se salgan de la norma cultural de trabajo colectivo, estas limitaciones puede resultar angustiantes y abrumadoras para los jóvenes al no ver alternativas óptimas para ellos en la sociedad, incluso hasta el punto de querer evitar todo tipo de interacción con el mundo exterior. Hikikomori no es el nombre de una enfermedad, sino un término para indicar una condición que involucra un problema comportamental que puede cubrir un espectro de varias enfermedades psiquiátricas y incluir aspectos de, por ejemplo, esquizofrenia, trastorno afectivo, obsesivo-compulsivo neurosis, neurosis de ansiedad, trastornos alimentarios, trastornos generalizados del desarrollo y trastornos de la personalidad”

Por su parte el Ministerio de Salud, Trabajo y Bienestar de Japón en sus directrices sobre hikikomori (2003) define a los Hikikomori como personas que se recluyen en sus casas, que no pueden o no quieren interactuar con la sociedad, asistir a la escuela o trabajar, por un periodo de más de seis meses. excluyendo a los pacientes esquizofrénicos u otras personas que tengan una enfermedad de la esfera de la enfermedad mental, así como aquellos que están en una condición más severa que una discapacidad mental moderada. No define la negativa a ir a la escuela como la no asistencia combinada con la ruptura de todas las formas de contacto con personas ajenas a la escuela o incluso personas de la escuela. Por lo tanto, en el caso de los niños futōkō, la condición de «no tener relaciones con miembros de la familia «puede que no se cumplan, por lo que estos niños no pueden considerarse hikikomori simplemente por el hecho que no van a la escuela.

La realidad es que, debido a su gran polémica, no existe una definición clara ni un gran consenso sobre los criterios diagnósticos entre los estudios. Algunos auores defienden que este trastorno no es más que una respuesta específica de la cultura al cambio social experimentado en Japón, atreviéndose, incluso, a plantear posibles aspectos positivos del hikikomori, ya que puede ayudar a estas personas a recuperar un sentido de identidad y conexión a través de medios más adecuados para ellos. Otros, sugieren que estamos ante un trastorno psiquiátrico con entidad propia y extrapolable a otras culturas y lugares.

Características y tipología del Hikikomori

Se ha definido el trastorno a partir de las siguientes características:

–    Pasar la mayor parte del tiempo en casa.

–    Ausencia de interés por ir a la escuela o trabajar.

–    Tiempo mínimo de aislamiento de 6 meses.

–    Ausencia de esquizofrenia, retraso mental y trastorno bipolar.

–    Exclusión de aquellos que mantienen relaciones personales.

Sin embargo, la creciente investigación en torno al hikikomori ha detectado otras características que son comunes a estos chicos y que pueden ayudar a definir dicha entidad:

–    El inicio del aislamiento ocurre en la adolescencia en probable relación con una crisis de identidad en el adolescente y en varones

–    La prevalencia de estos casos está incrementándose en países desarrollados o de altos ingresos.

–    Escapan de la realidad a un mundo cerrado o virtual. Tienen miedo al rechazo o a la crítica y presentan una importante fragilidad psicológica.

–    Son personas que invierten mucho tiempo en actividades solitarias sin hacer ningún esfuerzo por mantener relaciones interpersonales. Se aíslan en sus habitaciones, ven la televisión, juegan al ordenador, a videojuegos, leen libros o manga, etc. A veces tienen el ritmo sueño-vigilia invertido y no se asean.

–    Son asociales, pero salen. La gente piensa que estos jóvenes no salen de casa, pero solo el 27% de jóvenes en Japón no lo hacen. Algunos salen regularmente a lo largo del día, van a la escuela o al trabajo, escondiendo su condición de aislamiento social, pero de hecho pasan su tiempo andando sin rumbo o subiéndose a trenes.

–    Es frecuente que se haya producido una sobreprotección por parte de su familia. La deprivación de la autonomía del niño restringe su desarrollo psicosocial. Por otro lado, se ha visto que afecta a hijos cuyos padres tienen elevadas expectativas y están sometidos a una elevada presión académica.

Los grados de hikikomori conocidos son: Pre-Hikikomori o junhikikomori, sus relaciones sociales son mínimas, sale de vez en cuando o asiste al colegio o universidad algunas veces, pero carece de toda relación social. El Hikikomori social, que rechaza el estudio, el trabajo o la preparación laboral, pero mantiene relaciones sociales, llamado también NEET (nor currently engaged in education, employment or training), que presenta numerosas características similares a la generación «ni-ni» en España (ni trabaja ni estudia). El tachisukumi-gata, su fobia social es muy marcada y se siente paralizado de miedo. El netogehaijin, literalmente un “zombi del ordenador”. Esto significa que no sale de la habitación y no habla, su aseo no es frecuente, en ciertos casos permiten que las madres ingresen a hacer el aseo.

Tipos de tratamiento

Hay diversos factores que provocan que los afectados por este trastorno consulten a los especialistas mucho más tarde de lo recomendable. A la culpa y la vergüenza que experimentan las familias y que le provoca una fuerte resistencia a la hora de pedir ayuda, así como a la naturaleza de la propia enfermedad, consistente en un retiro de la vida social, se une una evidente falta de conocimiento y de conciencia de la gravedad. Por su parte el hijo se siente avergonzado de no haber cumplido con todas las expectativas tanto sociales como familiares que se esperaban de él, al no haber aprovechado todo el apoyo y ayuda que esta le proporcionó. Podemos observar como el síndrome del hikikomori logra persistir en un circulo cerrado, dentro del ámbito familiar ya que al haber sido la figura materna la encargada de la educación del menor, suele sentirse plenamente responsable de la situación, desarrollando un sentimiento de protección y pena hacia su hijo.

Por este motivo, uno de los objetivos principales a nivel psicosocial es promover la integración de estos jóvenes en su propio rol social, que consigan volver a la escuela (concienciando a los profesores de la necesidad de “cuidar” a aquellos estudiantes que se ausentan de las clases) y al mercado laboral para reintegrarles en la sociedad. El apoyo para el hikikomori debería ser una intervención temprana, exhaustiva y multidisciplinar. Las investigaciones buscan poner el foco en educar a las familias para buscar ayuda, dado que a veces tienen miedo a interferir en la vida de sus hijos; los empoderan hasta que es muy tarde para volver a integrarse en la sociedad. Los jóvenes raramente suelen buscar ayuda; en Japón unos dos tercios de estos jóvenes no han considerado acudir a profesionales de la salud mental. Cuando toman la iniciativa, solo recurren a los servicios años después de investigar y los abandonan sin avisar. De hecho, muchos de ellos no consideran que necesiten tratamiento, ya que piensan que es un estilo de vida más que un problema. Sin embargo, los hay dispuestos a buscar apoyo en Internet.

Las actuales terapias, intervenciones y programas para jóvenes que se aíslan socialmente comprenden:

  • Enfoques terapéuticos: Los profesionales de la salud mental trabajan con estos jóvenes como enfermos que requieren una intervención temprana, hospitalización, farmacoterapia, antidepresivos y medicina tradicional china. Algunos servicios proveen counselling, psicoterapia y psicoanálisis. Los terapeutas les ayudan a entender sus propias situaciones psicológicas y los traumas relacionados con el apego en el pasado. También se han utilizado la terapia familiar, la nidoterapia y la terapia narrativa.

 

  • Enfoques sociales: Las actividades grupales y de apoyo ofrecen oportunidades a estos jóvenes para socializarse con otras personas. Gradualmente irán formando parte de actividades sociales. Se organizan grupos en sintonía con otros chicos, vigilando los mensajes y el riesgo de etiquetas estigmatizantes.

 

  • Enfoques educativos: Los educadores y trabajadores sociales proporcionan entrenamiento en habilidades sociales, manejo de emociones, habilidades interpersonales, entrenamiento laboral y ayuda para la búsqueda de empleo. En este sentido, se buscan oportunidades laborales con horarios de trabajo flexible dentro de una organización con apoyos.

 

El primer paso es establecer el diagnóstico, para lo cual se ha de realizar una evaluación clínica completa y explorar la posible existencia de psicopatología para, en el caso de que la hubiera, proceder con el tratamiento adecuado, incluyendo la hospitalización si existe un deterioro funcional importante en la persona. En función de la psicopatología existente se deberá calibrar la integración de farmacoterapia y psicoterapia, como sería en el caso de esquizofrenia, depresión o fobia social. En lo que a farmacoterapia se refiere, hay poco estudiado sobre el tema, pero se ha utilizado con éxito la paroxetina con un paciente con TOC que estuvo recluido durante 10 años en su habitación; sin embargo, no está claro si era un hikikomori primario. Por otro lado, ante trastornos generalizados del desarrollo y de la personalidad, las intervenciones sociales y psicoterapéuticas podrían ser las más recomendables. En casos donde no existe una comorbilidad importante ni primordial, habría que proceder con un programa de visitas a domicilio basado en intervenciones de psicoterapia breve y terapia sistémica o grupal, aunque existen problemas de metodología. Probablemente, el tratamiento más beneficioso para el hikikomori primario es el abordaje psicosocial.

Tipología

Los grados de hikikomori conocidos son: Pre-Hikikomori o junhikikomori, sus relaciones sociales son mínimas, sale de vez en cuando o asiste al colegio o universidad algunas veces, pero carece de toda relación social. El Hikikomori social, que rechaza el estudio, el trabajo o la preparación laboral, pero mantiene relaciones sociales, llamado también NEET (nor currently engaged in education, employment or training), que presenta numerosas características similares a la generación «ni-ni» en España (ni trabaja ni estudia). El tachisukumi-gata, su fobia social es muy marcada y se siente paralizado de miedo. El netogehaijin, literalmente un “zombi del ordenador”. Esto significa que no sale de la habitación y no habla, su aseo no es frecuente, en ciertos casos permiten que las madres ingresen a hacer el aseo (Lasso, 2014).

Mapa conceptual: “Public health experts concerned about hikikomori”

Factores intervinientes

Hay que tener en cuenta 3 factores primordiales, que afectan directamente al desarrollo y formación del hijo en Japón: la familia, el modelo educativo y la propia sociedad.

Factores familiares

La familia ocupa un papel base en la sociedad. Podría ser también que se presente una gran presión por parte de los padres, cuando el joven no responde académicamente como lo esperan o no escoge la carrera para la cual lo estaban preparando, esto se incrementa cuando se es hijo varón, primogénito y único. Después de la segunda Guerra Mundial, Japón estableció un nuevo modelo familiar con igualdad de derechos para la mujer y el hombre, igualdad de oportunidades, educación igual para todos los niños y libre derecho a escoger una carrera universitaria (en base al nivel de estudios y no al nivel familiar). Este nuevo modelo familiar estaba fuertemente influenciado por Estados Unidos y hace recaer el peso de la crianza a las madres, dejando a los padres como meros actores aislados, lo que hace que la relación principal se de entre hijos madres y que estás sean las responsables de su educación. Desde el prisma puramente ambiental, los estudios señalan una cierta vinculación del hikikomori con una dinámica familiar disfuncional, la sobreprotección de los, el rechazo de los padres o su psicopatología.

Takeo Doi a principios de los años setenta definió estos vínculos de interdependencia con el termino amae. El psiquiatra psicoanalista quería hacer referencia a unos lazos inconscientes que hacen que la madre refuerce el comportamiento hikikomori de su hijo con conductas de ocultamiento del problema y de apoyo, cubriendo sus necesidades durante el encierro, intentándolo hacerlo lo más confortable posible. Lo cual es una forma de hacer que sigan dependiendo de ellas en vez de forzarles a abandonar sus cuartos. A esto hay que sumarle el hecho de que uno de los principios confucianistas más importantes es que los hijos cuiden de los padres cuando estos envejecen. Por ello, muchos miman a su descendencia para que se queden en casa. Las familias son muy sobreprotectoras, su deseo es de mantener a los hijos dentro de casa, por ello están sin estudiar ni trabajar, generalmente son las familias de clase media-alta las que consciente esto, lo que genera cierto tipo de dependencia. En el esquema tradicional, básicamente el padre trabaja, gracias a él tienen buen sustento, mientras que la madre es la encargada de administrar esos recursos, los hijos son más apegados a la madre y dependientes de esta. Las jóvenes viven con sus padres hasta casarse, pero en el caso de los hombres es posible que no se muden del hogar. Asumen que puede ser solo una etapa propia de la edad, no piden ayuda y actúan con mucha pasividad, provocando que se mantenga el problema, al no saber cómo actuará su hijo, no se atreven a afrontar la situación, ya que esto sería reconocer que hubo fracaso, habría vergüenza social, por lo que suelen demorarse en intervenir. Y es que la organización familiar japonesa se asemeja a la ancestral estructura patriarcal occidental. Los hombres trabajan a tiempo completo y apenas ven a sus hijos, mientras que las mujeres se encargan de las labores del hogar. Que la esposa sea a ama de casa da prestigio a una familia. Las perspectivas que tiene un joven japonés al entrar en el mercado laboral es la trabajar largas jornadas con el objetivo constante de triunfar y ascender en la empresa. En muchos casos teniendo que trasladarse de ciudad lejos de la familia y los amigos. En este contexto para algunos jóvenes el Hikikomori que convierte en una alternativa viable (Miravalles, 2015)

El kyōiku mama

Esta carencia afectiva queda compensada con lo que se denomina la educación de mama (kyōiku mama). Este término describe a las madres que generalmente no trabajan (o lo hacen a tiempo parcial), encargándose de la mayoría de las tareas domésticas para sus hijos[1] puedan concentrarse en los estudios y tengan éxito en la escuela, explica la fuerte vinculación que se crea entre madre e hijo, ella está siempre pendiente de cualquier detalle que pueda perjudicar el éxito educativo de su hijo. Este tipo de sobreprotección provoca que los hijos perciban el éxito académico y la competitividad como algo primordial y el éxito en los exámenes de ingreso daigaku-jorestuy la clasificación en la escuela como definitorio de su futuro, dejando de lado el aprendizaje de habilidades sociales e intereses externos que se contrapongan a lo académico. Esto puede general una gran presión psicológica. Más aun si tenemos en cuenta que una de las formas de castigo por no cumplir las expectativas académicas se denomina mushi, una practica que consiste en que nadie de la familia puede relacionarse con el castigado, convirtiéndose en una especie de fantasma o ser invisible en su propia casa, un contrapunto a la crianza sobreprotectora o amae (Miravalles, 2017).

El psicólogo Yuichi Hattori considera que el hikikomori es causado por una crianza emocionalmente negligente. Argumenta que ninguno de sus pacientes había sufrido abuso sexual o físico, pero todos muestran signos de trastorno de estrés postraumático. A medida que se amplía la brecha cultural entre los jóvenes y los ancianos de Japón, algunos jóvenes japoneses pueden ver a sus padres como demasiado reservados. Hattori habla de la división profundamente arraigada de la sociedad japonesa entre hone y tatemae (los verdaderos sentimientos y las acciones propias) para ilustrar la frustración que los pacientes expresan hacia sus padres distantes. «Los pacientes me dicen que sus madres no tienen emociones, y muchos pacientes denominan zombis a sus padres.

El Sekentei: Reputación

El sekentei hace referencia a las obligaciones con tu familia y tu entorno, en la que la reputación, el honor y el orgullo tienen una altísima relevancia. Desde muy jóvenes, a los niños japoneses se les inculca la importancia de destacar sobre el resto, esforzándose para alcanzar los más altos resultados escolares. Esta presión en el caso de no alcanzar las expectativas, termina derivando en depresión, abandono de los estudios, aislamiento e incluso suicidio. Al hecho de que la mayoría de los jóvenes permanecen en casa de sus padres hasta edades avanzadas, y a que algunas familias los sostienen de por vida, se suma la importancia que la cultura japonesa le da al honor y al orgullo, un factor con profundas raíces religiosas, mientras en Occidente somos monoteístas, con un único Dios que creó al mundo y le dio al hombre código de comportamiento moral, en religiones construidas sobre la culpa y el temor al castigo divino, los japoneses son politeístas y no sienten culpa sino vergüenza. Akiko Hashimoto, asocia el hikimori a un desempoderamiento de los jóvenes japoneses por la piedad filial confuciana. Basada en el sacrificio que hizo la madre cuidando la casa y la familia; el sacrificio del padre esforzándose por mantener a su familia, y el sacrificio de los antepasados ​​por el don de la existencia de los sucesores. Estas narrativas producen niños conformistas. Ella sugiere que los problemas sociales de la juventud son una forma de resistencia contra disciplina y subordinación que reduce el poder de la juventud, como señala el autor, y conduce a un abuso de poder por parte de los padres.  Así el sentido del honor genera para los nipones una relación consigo mismos “supremamente tiránica”, empujándolos a la depresión e, incluso, al suicidio, por motivos que para un ciudadano occidental parecerían nimiedades.

La No comunicación

“Japón ha logrado ser uno de los países más prósperos de la Tierra», apunta la doctora Watanabe: Pero hemos sacrificado nuestra espiritualidad y nuestras relaciones interfamiliares. Los expertos coinciden en localizar otra de las raíces del problema en el hogar, y en la enorme transformación que ha sufrido en Japón los últimos 150 años. «En este país tenemos una sociedad que cuenta con una infraestructura moderna, pero con una cultura de tono confucianista no moderna. Las actuales formas de comunicación y de información aíslan, incluso dentro de una misma familia existe la brecha generacional. En el caso japonés donde las relaciones familiares y sociales estaban establecidas en estrictos paradigmas van perdiendo vigencia. Los hombres no están nunca en casa. Salen muy pronto por la mañana, trabajan sin interrupción y vuelven muy tarde por la noche, tan cansados que se duermen encima de la cena. Prácticamente cada día hacen tres o cuatro horas extra, no remuneradas, o van a la empresa el domingo porque no pueden dejar el trabajo sin terminar. Hay seis días de vacaciones al año. Los terribles efectos de este sistema inhumano repercuten duramente sobre los niños, desde sus primeros años de vida.

Según el sociólogo Tokio Suzuki Kensuke las largas jornadas de trabajo de los padres y la rigidez de la jerarquía familiar provocan el mayor índice de soledad y depresión del mundo. Quienes no encajan a la perfección en alguno de los cánones establecidos son inmediatamente marginados. Consecuencia directa es la falta de identidad personal, algo que los jóvenes suplen con la caracterización de estilos urbanos. No es un mero atuendo, se visten de una identidad que les hace sentirse partícipes de un grupo determinado.

Factores Escolares

Un objetivo primordial del sistema educativo es la formación de ciudadanos seguros de sí mismos, en una nación pacífica y democrática, que respeten los derechos humanos y sean amantes de la paz y la verdad. La ley hace hincapié en la importancia de la madurez política y la tolerancia religiosa en la formación de buenos ciudadanos, pero prohíbe expresamente toda vinculación de la educación con políticos u organizaciones religiosas. Los estudios sociales constituyen un elemento principal de los planes de estudios de los colegios públicos, en consonancia con la Ley Fundamental de Educación, que también apela al establecimiento de instituciones tales como bibliotecas, museos y centros cívicos por parte de las autoridades estatales y locales. Los padres japoneses siguen la tradición de tratar de darles a sus hijos la mejor educación posible, aun cuando ello les cause dificultades económicas, pues creen que una buena educación es una garantía para la carrera del futuro. Esta aspiración de los padres se ha convertido en la fuerza motriz de la expansión de la educación en Japón.

El Sistema Educativo Japonés

El sistema educativo japonés está dividido en cinco etapas: jardín de infancia, escuela elemental, escuela secundaria inferior, escuela secundaria superior y universidad. La educación es obligatoria durante un período de nueve años, y se imparte gratuitamente a todos los niños entre los seis y los quince años de edad en las escuelas elementales y secundarias inferiores. Además de las instituciones públicas de enseñanza, también hay escuelas privadas para todos los niveles. Desempeñan un papel especialmente importante en la educación infantil, por medio de jardines de infancia, y en los niveles avanzados, a los que no abarca el sistema obligatorio

Instituciones preescolares.

Escuelas secundarias inferiores. Todo niño que haya terminado la escuela elemental debe pasar a la escuela secundaria inferior, y las escuelas secundarias de carácter público deben admitir a todo niño (exceptuados los que sufran defectos físicos o mentales importantes) que viva dentro da la localidad a que pertenecen. No existen procedimientos de selección para la admisión. Las bases de la programación se dictan, como para la escuela elemental, desde el Ministerio de Educación, Ciencia y Cultura y luego cada escuela las desarrolla convenientemente (Ibíd. Pág. 68). El sistema educativo japonés se articula mediante métodos de enseñanza caracterizados por su alta estructuración y centrados en aprender y memorizar más que en promover la creatividad o el pensamiento crítico. Las clases tienen una típica organización comunicativa unidireccional y los alumnos raramente tienen ocasión de hacer preguntas y mucho menos de participar activamente en el proceso de aprendizaje. Así los niños pasan sus vidas jóvenes siendo educados para un sistema de trabajo que se ha marchitado, dejando a muchos sintiéndose inadecuados y estancados. Pero el círculo de antecedentes que dieron forma a esta exigente realidad en Japón radica, en la historia de su economía. Existe un fuerte lazo entre el fenómeno de los hikikomoris y el colapso de la economía japonesa a principios de los noventa. Particularmente, la reestructuración que tuvo lugar luego de la recesión, generó una situación con un gran número de jóvenes obligados a trabajar en empleos precarios.

El curriculum oculto

Además de asignaturas también existe una formación en valores. Además de las asignaturas básicas que se estudian en cada nivel educativo, los alumnos cuentan con materias como economía doméstica, en la que aprenden a cocinar o a coser, artes tradicionales japonesas, como la caligrafía (shodo) o la poesía (haiku), y cursos de educación moral. Se considera esencial que los alumnos desarrollen una conducta cooperativa, disciplina de grupo y respeto a las normas. El esfuerzo es esencial y la competitividad es alta. La sociedad japonesa considera que el éxito no depende de las habilidades o la inteligencia, sino que se consigue con esfuerzo. Esto se aplica también al ámbito escolar y los estudiantes trabajan ya desde niños en este sistema de meritocracia, con dos objetivos: lograr buenos resultados para tener mejores oportunidades de formación y empleo en el futuro, y ganar la aprobación del grupo y de su propia familia. La competitividad es alta, especialmente en los exámenes que permiten acceder a las mejores escuelas de secundaria superior y a las universidades más prestigiosas. Se prima la habilidad para resolver problemas y situaciones por sí mismos. Con independencia de la materia o asignatura, se busca que el estudiante no se limite a seguir un procedimiento o memorizar información, sino que comprenda cómo y por qué suceden las cosas. De este modo será capaz de aplicar el conocimiento en cualquier contexto. Esto mismo se defiende también en las empresas: para contratar valoran más las destrezas generales que el conocimiento o la experiencia en ese trabajo concreto, para el que ofrecen al trabajador la formación necesaria.

En el colegio no solo se estudia, los alumnos tienen que colaborar en diversas tareas como limpiar el centro o servir las comidas, que se toman en la propia clase. Para ello los estudiantes se dividen en grupos y trabajan juntos. El colegio también organiza multitud de actividades complementarias, como torneos deportivos, excursiones o salidas culturales, y clubes de actividades extraescolares muy variadas: deporte, música, arte, ciencia etc. Se considera que este tipo de actividades contribuyen a desarrollar la capacidad de resolver problemas, trabajar en equipo y colaborar por un fin común.

Se estudia muchas horas y los deberes son habituales. Tanto los alumnos de la escuela primaria como los de secundaria inferior y superior tienen que hacer tareas a diario. Entre otros temas, deben practicar los kanji, los caracteres que integran el complejo sistema de escritura japonés. También hacen deberes durante las vacaciones de invierno y de verano, que suelen consistir en algún proyecto de su elección. El número de horas de clase es similar al de otros países, pero se invierten muchas horas en actividades extraescolares, clases de refuerzo y horas de estudio. Además, las vacaciones son más cortas: del 20 de julio al 31 de agosto en verano, diez días entre diciembre y enero y otros diez entre marzo y abril.

Los maestros son muy respetados y están muy preparados. Históricamente, los profesores en Japón procedían de la clase Samurái y tenían una alta consideración en la sociedad. Aunque la profesión ya no es elitista, el respeto hacia los maestros se mantiene intacto. Además, es una de las profesiones mejor pagadas del país, por lo que hay muchos solicitantes para cada puesto, que gana el mejor. Por eso, los profesores suelen estar muy preparados y desde el Ministerio se exige la formación continua de los docentes, que deben renovar su certificado educativo cada diez años.

Educar es trabajo de todos. El trabajo en equipo se premia en el aula, donde los alumnos que destacan ayudan a aquellos con más dificultades, y el profesor tiene a su alcance diferentes herramientas y posibilidades para apoyar a los estudiantes con problemas de aprendizaje (desde atención personalizada en el aula hasta clases extraescolares). Pero, además, esta implicación del grupo trasciende las paredes del aula, ya que los padres tienen la responsabilidad y el deber social de apoyar la educación de sus hijos en casa y recurrir a ayuda profesional cuando sea necesario. De hecho, el fracaso del niño en el ámbito escolar se considera también un fracaso de su entorno familiar. La comunicación entre docentes y padres es constante e individualizada (Planeta & Miravalles, 2015).

El Ijime

En la escuela la clase es como una sociedad, el ambiente de colectivismo siempre está presente. Es muy difícil salir de esa microsociedad, estar libre de esa atmósfera. Al principio en la escuela te enseñan dos ideas básicas Uchi (adentro) y Soto (afuera). Es bueno estar en el interior y el exterior es malo. Estas ideas e ideales de la armonía se inculcan en las mentes de los niños, que aprenden que ser una parte dócil del grupo, y no un forastero es muy importante. Si un individuo comienza a diferenciarse o a retirarse del grupo, los otros niños presionarán para que vuelva a entrar en el grupo y deje perturbar la armonía.

El termino Wa o la armonía del grupo es un concepto muy importante en Japón. Desde el jardín de infancia se socializa a los niños para superponer la identidad del grupo sobre la identidad propia, lo que deja muy poco margen a la independencia y la individualidad. Las actividades en la escuela están pensadas para trabajar colectivamente aprendiendo a dejar de lado los intereses particulares en pos del grupo. Más adelante, estos principios se aplicarán también a otros ámbitos como el trabajo. Cada japonés entra a trabajar como parte de un departamento de una compañía con la que se identifica y que le identifica. La idea que transmiten los estudiantes del Instituto es que el grupo es un mecanismo importante que refuerza el valor de la escuela y de la familia. La incapacidad de sentirte independiente, la presión y la responsabilidad hacia el grupo son tan agobiantes que provoca una especie de interrupción mental. El acto Hikikomori es un gesto de desesperación ante la homogeneización que propone el grupo, ante la no aceptación de la persona como individuo.

Presión educativa

El apremio con que algunos progenitores nipones exigen a sus hijos un rendimiento académico que les permita acceder a las mejores universidades es uno de los factores que pueden originar el trastorno. Los dirigentes de posguerra impulsaron la idea de que tocaba ganar otra batalla, la económica. El espíritu kamikaze todavía impregna la sociedad japonesa y el sistema educativo, que resulta muy autodestructivo para la individualidad. A muchos niños se les niega su infancia. Se les quita su tiempo de ocio para que vayan al juku a partir de los ocho o nueve años. Ahí radica uno de los orígenes. El sistema educativo está estructurado alrededor de exámenes de entrada que determinan en gran parte el futuro del niño. Para entrar en una buena universidad, es a menudo necesario graduarse en una escuela secundaria específica, y así sucesivamente, en algunos casos esta cadena se inicia ya desde el jardín de la infancia (a veces ya hay pruebas de entrada en el jardín de la infancia). Esto es en última instancia decisiva puesto que muchas compañías reclutan directamente de universidades concretas. […] las escuelas Juku, escuelas privadas que tienen un programa lectivo agotador que se extiende a muchas tardes y fines de semana.

Por lo tanto, la vida de niños japoneses está centrada en la escuela y pasar los exámenes decisivos. Una joven Hikikomori expresa su experiencia en la escuela: No podía hacer frente a una atmósfera tan competitiva. Había cuatro clases desde el nivel superior hasta el inferior, lo que provocaba una jerarquía visible. Me sentía etiquetada ya que estábamos divididos entre estudiantes brillantes y los estudiantes bobos. Siempre teníamos que esforzarnos más para alcanzar el éxito. Otra estudiante describió de manera metafórica que se sentía como un diente en una gran máquina, viviendo solamente para ganar. La presión educativa, se describe como una falla de la estructura de la escolarización. La alta competencia es parte de los exámenes de ingreso y estudiar intensamente para prepararse para ellos son factores muy estresantes.

Fracaso en los Exámenes

El shiken jigoku o infierno de los exámenes, las pruebas de nivel que realizan cada vez que se supera un ciclo escolar y que condicionan en qué centros se podrá cursar la secundaria, el bachillerato y la carrera universitaria. Incluso existen guarderías afiliadas a prestigiosas universidades en las que se exige este tipo de exámenes a niños de tres o cuatro años. Sin embargo, los colegios japoneses son ahora más laxos que hace tres décadas, cuando la Administración inició la llamada educación yutori (blanda), que finalmente acabó en 2002 con la obligación de asistir a la escuela los sábados. La respuesta de muchos padres, sin embargo, fue mandar a sus hijos durante más tiempo al juku para compensar la pérdida de horas lectivas. El fracaso en los exámenes, la tercera causa que pertenece a la categoría de la escuela, puede obligar a quienes no lo hacen retirarse, incluso si están listos para enfrentar el sistema de escolarización. Los autores indican que el fracaso del examen como causa de retraimiento social es un problema de quienes trataron de enfrentar el sistema educativo, pero no tuvieron éxito y por lo tanto no fueron aceptados en la escuela o universidad elegido.

El Futoko

En Japón, donde los jóvenes son formados en una tradición colectivista aún muy presente, que dispone claramente lo que la familia y la nación esperan de cada uno y donde uno tiene la sensación de no ser nada de manera independiente al entorno que lo circunda. Sin duda, esto hace muy difícil desarrollar el yo autónomo y autosuficiente que exige el sistema capitalista neoliberal, ya que, en un contexto donde uno siempre depende de la aprobación de los otros en su desarrollo, se hace complicado llegar a ser uno mismo. Diversos autores vinculan el no cumplir con unas expectativas muy altas a nivel académico, combinado con el rechazo escolar, parece ser una fórmula facilitadora para la aparición de este trastorno. Muchos hikikomori describen años escolares miserables en los que no cumplieron, o no pudieron, cumplir con la norma. Fueron intimidados, sufriendo Ijime por ser demasiado gordos o demasiado tímidos o incluso por ser mejores que los demás en el deporte o la música (Jones, 2006). El rechazo escolar futōkō sé relaciona a menudo con Hikikomori y es probable que una situación de rechazo en la escuela, si no tratado adecuadamente, se convierta en una situación que favorezca el Hikikomori. Es una resistencia a esa presión. Algunos de ellos dicen: Al diablo con eso. No me gusta y no me va bien. Además, esta es una sociedad donde los niños pueden abandonar. En Japón, los niños comúnmente viven con sus padres hasta los 20 años, y a pesar de la recesión económica, muchos padres pueden darse el lujo de mantener a sus hijos indefinidamente, y lo hacen. Como lo expresó un experto en hikikomori, los padres japoneses les dicen a sus hijos que vuelen mientras se agarran firmemente de los tobillos.

Factores Sociales

Hay numerosos autores que señalan la importancia de factores socioculturales en el desarrollo del hikikomori, como son la cohesión social, el progreso tecnológico, una movilidad social decreciente o la urbanización. Todo esto puede desembocar en una separación de la sociedad en individuos predispuestos. A su vez, la aparición de Internet y los cambios provocados por su enorme influencia en cuanto a formas de comunicación e interacción, puede ser otro factor de gran importancia para el desarrollo del hikikomori.

Uchi y Yoso

Uchi está relacionado con la percepción japonesa del entorno social, que se puede representar como dos círculos concéntricos. El círculo interno se puede denominar como uchi (hogar) y el círculo exterior pueden denominarse yoso (en otro lugar). […] En uno mundo uchi (círculo interno), las relaciones humanas son tan íntimas que uno puede supongamos que no hay oposición entre las personas y que, por lo tanto, pueden contar el uno con el otro. […] Las relaciones uchi no están reguladas por estándares universales, derechos y deberes legalmente vinculantes, que se consideran un requisito previo para las naciones modernas en Occidente. En el mundo uchi no hay estándares claramente establecidos, pero tiene que haber instrumentos, al igual que en cualquier otro grupo heterogéneo, por el cual se podría mantener la estabilidad del grupo.

Komiya caracteriza a los grupos uchi con un orden vertical y jerárquico y, por lo tanto, como no esta bajo el «imperio de la ley», sino bajo el «imperio de las personas mayores». Las reglas sirven como un elemento que impone este mismo orden vertical, a diferencia de Occidente, donde las reglas se utilizan para mantener el orden horizontal[2]. Esta diferencia, según el autor, se refleja en la calidad de control social y podría explicar la baja tasa de criminalidad en Japón. El control social, a su vez, está estrechamente relacionado con el autocontrol, donde uno debe someterse a las personas mayores. Este tipo de conformidad es apoyado por interferencia colectiva y vigilancia.  Miembros del grupo monitorean las reacciones de otros a su alrededor y los primeros toleran este control social informal porque a cambio son atendidos por su grupo. La autodisciplina es, por lo tanto, considerada el arma más fuerte para supervivencia en el mundo uchi.

El proceso de aprender su valor es una fase de socialización, donde la familia, la escuela y la empresa son las principales agencias de la fase. La preocupación y la importancia de ser atendidos por otros evita el crimen porque los que lo cometen serán exiliados de su grupo y, por lo tanto, no habrá nadie para tomar cuidarlos en su mundo uchi. Por otro lado, el mundo uchi también puede prevenir el crimen porque es «lo suficientemente pequeño como para reforzar el control social informal y la vigilancia colectiva».

El trabajo de Komiya muestra que la formación de grupos basados en la localidad provoca una sensación de seguridad, y las reglas represivas (control social informal) que vinculan a las personas de estos grupos producen un alto nivel de autocontrol y puede impedir que las personas cometan un delito. Por lo tanto, el estudio proporciona un elaborado ejemplo de la forma en que la vigilancia ejerce influencia en la sociedad japonesa en la vida cotidiana. Aunque el artículo de Komiya reconoce algunas consecuencias positivas de la mirada en Japón, como la baja tasa de criminalidad, los textos y el conjunto de datos muestran que la vigilancia también puede traer resultados negativos

Mala comunicación

La debilidad en las relaciones: se presentó como un elemento que está desintegrando a Japón. Los autores describieron estos dos defectos de las sociedades contemporáneas que tienen un impacto particularmente destructivo en los jóvenes ya que a menudo resultan de tecnología avanzada: juegos de computadora, teléfonos celulares, etc. La tecnología, desarrollada en Japón al más alto nivel, hace que los jóvenes pierdan la vida social tradicional habilidades porque los limita a un «entorno de máquina». Según algunos autores, la pérdida de las habilidades de comunicación puede conducir al retraimiento social. No es que los japoneses nunca tengan confrontaciones, mientras la armonía, o la apariencia de armonía, se mantenga, los modos no confrontacionales deben agotarse primero”. Ella también distingue varios tipos de gestión de conflictos, y la «comunicación negativa» es uno de ellos.

La comunicación de una persona ofendida es una «no comunicación», es decir, evita al «Delincuente», ya sea al no verlo o, una vez confrontado, al no responder. De acuerdo a Lebra, esta forma de actuar es una forma de transmitir los sentimientos heridos de la otra parte. Por lo tanto, como indica el autor, la gestión de conflictos no tiene que ser igual a una resolución de conflicto[3]. Parece, entonces que, en Japón, la evitación de conflictos puede ser un equivalente a una gestión de conflicto a la que se enfrentan dos partes mediante comunicación negativa, enfatizando el consenso como una prioridad en las relaciones humanas e indica que la ira, que proviene de un conflicto, puede verse como perjudicial para ellos. Por lo tanto, una no confrontación. La forma de abordar un problema es una herramienta para mantener la armonía.

El empleo

Los autores señalan las dificultades de perder un trabajo y dificultades para encontrar uno debido al estancamiento económico o el sistema cambiante del futuro, evaluación de los empleados, donde se presta atención no a la universidad de la que se graduó (como lo ha hecho estado antes), pero a las habilidades reales de una persona. Ex graduados educados en el viejo sistema podrían contar con una buena oferta de trabajo, independientemente de en qué se especializaron y qué habilidades tenían, siempre y cuando se gradúen de una de las mejores universidades de Japón. Según algunos autores, el cambio en esta situación puede llevar a algunos de estos graduados a la renuncia y el aislamiento.

La conformidad, la presión y la vergüenza

Lock argumenta que las formas japonesas de resistencia apuntan a dejar que los grupos hostiles abusen de su poder. La parte que protesta se resiste actuando en silencio, pero con actos persistentes diseñados para marcar la diferencia. Si los actos no se notan, la parte herida se frustra con ser abusado e ignorado. Esto puede provocar una explosión de ira y puede ser seguido por retiro o suicidio. Lock analiza los principales tipos de resistencia distinguido por Kazuko Tsurumi: «ritualismo» y «retiro».  Dentro del ritualismo Lock determina dos tipos de resistencia:

Conflicto ordenado que está representando resistencia de una manera predecible a menudo implícitamente esperado y aceptado por el oponente (sindicatos nacionales amenazando con ir a huelga cada primavera); y un sacrificio dramático de sí mismo que es una demostración de la sinceridad de propósito y la pureza de los motivos a pesar de que los objetivos de un individuo son inalcanzables (un suicidio)”. Lock define el ritualismo como un conformismo externo combinado con un no interno conformismo, mientras que el retraimiento es la separación voluntaria de la comunidad. Eisenstadt cita a Koschmann, quien expresa una opinión similar sobre la resistencia en Japón: «[…] la autoridad generalmente [se ha resistido] ya sea separándose de la comunidad, ‘retreatismo’, o por disidencia privada, pero obediencia externa, ‘conformidad ritualista”. Eisenstadt menciona estos aspectos de resistencia, mientras discute patrones de conflicto y resolución de conflictos en Japón. Escribe sobre armonía y consenso grupal en el contexto del conflicto. De nuevo, citando Koschmann, Eisenstadt señala que «el conflicto se negó en nombre de la unidad del grupo, y la conciliación era el medio preferido para la resolución de conflictos”. Por lo tanto, la negación del conflicto se convirtió en el camino de la resolución de conflictos.

Esta forma de resolver una disputa debe explicarse en el contexto de los modos de control en Japón. Eisenstadt sugiere que los métodos de control japoneses implican un compromiso grupal, armonía y obligaciones grupales o de red. Son importantes, ya que están vinculados a la cohesión dentro y entre grupos y estas características «permitieron a los líderes de estos grupos hacer cumplir sus propias leyes e imponer sanciones a los miembros transgresores».  Finalmente, Eisenstadt señala esa armonía y consenso, que él conecta con las formas de control en Japón, puede ser efectivo en un proceso de resolución de conflictos. La presión o la incapacidad de soportarla para cumplir con las reglas de la sociedad. Acompañado del miedo a perder prestigio y llevar la vergüenza a la familia puede desencadenar la abstinencia de la sociedad.

La riqueza y la falta de motivación

La ultima posible causa de la categoría social sugiere que la comodidad material puede privar a las personas, especialmente a los jóvenes, de su voluntad de motivarse para construir un comportamiento. La prosperidad, por lo tanto, hace que los jóvenes pierdan cualquier objetivo en sus vidas, lo que, a su vez, requiere lejos de ellos cualquier incentivo para incluso salir de casa, por lo que se convierten en hikikomori. La causa que llamé «general» y que también pertenece a la categoría de Sociedad, se refiere a declaraciones en publicaciones que apuntan directamente a la sociedad japonesa como causa del problema, pero no proporcionó ninguna explicación adicional También se ha planteado que los jóvenes marginados en Japón tienen una mayor probabilidad de desarrollar hikikomori, mientras que en otros países es más probable que aparezcan otros comportamientos desviados. Varnum y Kwon (2016) sugieren una correlación del trastorno con la riqueza de los países, afirmando que en entornos con menores posibilidades económicas los jóvenes que no son capaces de conseguir estatus, recursos y un grupo social a través de medios aprobados socialmente pueden ser más propensos a buscar otras vías para conseguirlo, apareciendo en estas circunstancias los comportamientos relacionados con la actividad ilegal.

Factores Individuales… (en progreso)

Actualizaciones en: https://www.facebook.com/Hikikomori-100785031559196

Habilidades

Publicado el

23 junio 2020

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