Una de las primeras tareas del psicoterapeuta es conocer lo que desea el paciente, cuál es la causa profunda de su presencia en la consulta. A veces esta relacionado con lo que nos cuenta, por ejemplo: de un tiempo a esta parte me siento vacío, y tengo miedo a caer en una depresión. ¿Qué esta pidiendo?, que le ayude a llenar ese espacio, que le haga entender porque falta algo en él. O que simplemente le ayude a aceptarlo.
Con solo la expresión de la queja es complicado conocer y dar una respuesta. Hay que buscar la demanda que hace realmente, el grito secreto de auxilio que hasta ese momento nadie, posiblemente ni el mismo ha sido capaz de atender. Ahí empieza realmente el proceso terapéutico, enseñando la forma de poner en palabras un dolor psicológico, lo cual requiere una organización interna de lo que sentimos y de las emociones que genera. Evidentemente no ocurre de una manera completa, sino que a modo de espiral se van organizando con mayor precisión nuestra visión de los que nos pasa, requiriendo ciertos periodos de tiempo de Psicoterapia para llegar a encontrar el verdadero deseo que nos llevo a consulta.
Los caminos erróneos del deseo
Una de las razones, equivocadas, que llevan a la consulta de un psicólogo es la ratificación de que estamos en lo cierto. Normalmente el paciente ha creado una historia muy bien estructurada sobre su situación, y solo espera el apoyo del psicólogo. Desgraciadamente las diversas técnicas de encuadre psicológico usadas durante las entrevistas iniciales suelen abrir las defensas y dejar a la vista la realidad. Es cuando se inicia una huida hacia adelante, negando los síntomas, la situación y la necesidad de atención psicológica. Es el momento de atender la angustia, y acoger al paciente para que sienta que esa desnudez emocional es el primer paso hacia una correcta recuperación, al igual que se recomienda que de el sol a las heridas para que se sequen.
Otra causa importante y equivocada, es la victimización o proyección, donde, aunque hay un reconocimiento del problema esta queda fuera de nuestro alcance, sino de nuestra pareja. Al no existir responsabilidad no hay angustia ni culpa. De nuevo al rascar un poco en las entrevistas motivacionales aparecen ciertos comportamientos o decisiones propias que perpetúan la situación. Lo cual suele ir acompañado no de una respuesta liberadora, como si de un grato descubrimiento se tratara, pues si yo tengo algo que ver puedo cambiar la situación. Al contrario, suele darse una sintomatología depresiva, como si hubiéramos descubierto su coartada.
El deseo no siempre es peligro
El trabajo del psicoterapeuta es acompañar, de una manera casi literal al paciente en su camino de descubrimiento en su deseo cuando descubre que de nada sirve ocultarlo bajo sucedáneos, como la admiración o el éxito. El deseo, el autentico, transita por otros caminos, desconocidos y por tanto angustiosos, pero a la postre gratificantes y que nos hacen sentir que estamos donde queremos estar.
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