El consumo de una alimentación rica en nutrientes que excede lo que requiere el organismo y que hace incrementar el peso tiene que estar vinculado de alguna manera con la psique, mas aun cuando siendo consciente de que el incremento desmesurado de la masa corporal conlleva riesgos ineludibles para la salud. En la obesidad hay constancia de que influyen diversos factores biológicos: herencia genética, metabolismo, sistema hormonal, etc. Y otros relacionados con el entorno: sedentarismo, consumismo, dietas ricas en calorías, etc. Sin embargo, nos olvidamos en muchos casos de los factores personales: carácter, fuerza de voluntad, autoestima, personalidad, etc. Rasgos que pueden potenciar o protegernos de sufrir estados que favorecen que surja la obesidad, como pueden ser los atracones alimentarios.
Perfiles de riesgo
No existe una personalidad que podamos denominar propicia a la obesidad, sino que es mas bien un desorden que aparece cuando una persona tiene dificultades emocionales que le impiden identificar o diferenciar sus propias sensaciones, lo que lleva a suplir distintos vacíos con la saciedad alimentaria (H. Bruch, 1973). Diversas características personales hacen que muchos autores se planteen relacionar a las personas obesas con personalidades adictivas (M. Ravenna, 2004)
Objeto Tóxico: El consumo excesivo y de manera incontrolada convierten a la comida en una sustancia perjudicial, que crea dependencia, enfermedad y abstinencia.
La Personalidad: con dificultad para marcar los limites, ya sea de su ingesta o de su comportamiento que toma formas demandantes e invasoras (a la vez que sumisas).
La Familia: algunos modelos familiares fomentan comportamientos compulsivos, sobre todo aquellas en las que las relaciones entre sus miembros esta alterada.
Factores Socioculturales: La presión del grupo afecta profundamente en el comportamiento social y en el desempeño de las tares.
El hambre es un fenómeno constitucional del ser humano, una demanda que causa ansiedad y que es calmada con la ingesta de comida, una mala adaptación lleva a que se sobregeneralice la respuesta de comer ante situaciones angustiosas ya sean externas o internas. Esto lleva aparejado un incremento del peso, que amplifica la sensación de angustia que es combatida con mas ingestas alimentarias. Lo que genera una espiral destructiva. Mas aun cuando las sociedades occidentales marginan el sobrepeso idealizando la delgadez (extrema).
Estos prejuicios están muy arraigados y son causa de generación de estereotipos sobre las personas con sobrepeso, algunas positivas como el “gordito feliz”, y otras menos acertadas y que lo asocian con ser perezosos, estúpidos, sucios, etc. Incluso estos clichés se dan en los profesionales de la salud que tratan a sus pacientes obesos como faltos de voluntad, torpes y lentos, dándoles un trato irrespetuoso.
Esta situación de exclusión es una fuente potencial de problemas mentales que pueden afectar a las personas con sobrepeso que se encuentran en la paradoja de que la gran presión social angustiosa para que pierdan peso les dificulta plantearse de manera sincera el cambio en su estilo de vida. No olvidemos que la comida no es adictiva, la adicción viene de la clase de relación que tiene el individuo con ella.
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