¿Alguna vez has pensado que no mereces estar donde estás? ¿Como si alguien se fuera a dar cuenta de que no vales tanto? Eso es el síndrome del impostor. Un fenómeno más común de lo que parece. Lo viven personas que, aunque tengan logros reales, sienten que llegaron ahí por suerte o por casualidad.

Qué es el síndrome del impostor

Es una sensación constante de no estar a la altura. De pensar que no eres tan bueno como los demás creen. Que en cualquier momento te van a “descubrir”. Afecta a muchas personas, especialmente en ambientes exigentes o competitivos.

Este término se acuñó en 1978 por dos psicólogas, Pauline Clance y Suzanne Imes. Ellas lo definieron como el miedo a no cumplir con las expectativas, incluso cuando los logros son reales.

¿Cómo actúa el síndrome del impostor?

Te hace dudar de ti mismo. No puedes disfrutar lo que logras. Sientes que finges algo que no eres. Encima, no puedes mostrar esa inseguridad, así que la ocultas. Es el doble castigo: sentirte impostor y, además, actuar como si no lo fueras.

¿Por qué te sientes así?

Hay varias razones posibles:

  • Infancia con etiquetas: si siempre fuiste “el gracioso” o “la que no valía para estudiar”, cuesta creerte capaz cuando lo logras.

  • Perfeccionismo: nunca es suficiente. Siempre piensas que podrías haberlo hecho mejor.

  • Comparaciones constantes: ves el éxito de otros en redes o en tu entorno, y te sientes pequeño.

  • Baja autoestima: quizás nadie valoró tus logros, pero sí te marcaron los errores. Eso deja huella.

¿Qué tipo de falso impostor eres?

  1. El perfeccionista: nunca está contento. Si no es perfecto, no vale.

  2. El genio nato: cree que si algo cuesta, es porque no vale para eso.

  3. El supertrabajador: cree que tiene que esforzarse el doble para que no lo descubran.

El miedo a equivocarte

El error no está bien visto. Parece que fallar es sinónimo de no valer. Pero eso no es verdad. Equivocarse es parte del proceso. Es señal de que estás intentando cosas nuevas. El miedo al error te bloquea, te impide decidir y te aleja del crecimiento.

Ese miedo suele venir de la infancia. De sentir que tus errores se castigaban, pero tus logros no se celebraban. Eso construye una idea falsa: que fallar te hace menos valioso.

Tienes derecho a equivocarte

Somos humanos. No podemos hacerlo todo bien siempre. Fallar no es perder. Es aprender.

Aceptar tus límites, pedir ayuda y permitirte no ser perfecto te libera. Cuanto más te exiges, más te bloqueas. No necesitas ser infalible para tener valor.

¿Cómo dejar de sentir el síndrome del impostor?

Aquí van algunos consejos prácticos:

  1. Cuestiona tus pensamientos: cuando pienses que no mereces algo, párate. ¿Es verdad? ¿O es solo miedo?

  2. Habla con alguien de confianza: busca una mirada externa. A veces, otros ven en ti lo que tú no ves.

  3. Acepta los elogios: no los rechaces. Di “gracias”. Te los mereces.

  4. No temas equivocarte: fallar no es el final. Es parte del camino.

  5. Recuerda lo que has hecho: nada fue un regalo. Llegaste ahí por algo.

La culpa y el deseo

Sentirse culpable por las equivocaciones que se arrastran es una especie de cadena perpetua para muchas personas. Lacan decía que la culpa nace de haber cedido al deseo: una especie de traición a uno mismo. Y sentirse siempre culpable por los errores sería un síntoma de que, quizás. no se está en el camino que verdaderamente se desea. Tropiezos que nos alejan del objetivo que nos hemos marcado. Cuando deseamos de verdad nada nos frena. nos saltamos los errores, lo ponemos todo a nuestro favor.

En resumen

El síndrome del impostor no es debilidad. Es un reflejo de tu humanidad. Aprender a vivir con él, entenderlo y ponerlo en duda es el primer paso para superarlo.

No olvides esto: no estás aquí por casualidad. Estás porque trabajaste para llegar.