La relación laboral es un tipo de vinculo que funciona bajos dos reglas primordiales, el contrato o compromiso con las condiciones en las que desempeñara el trabajo. Y un contrato psicológico implícito que se da cuando un trabajador se integra en una organización y donde la empresa y el trabajador esperan ganar con la nueva relación, ya que el contrato psicológico es un acuerdo tácito entre el trabajador y la organización (Conway y Briner, 2005).
En los últimos años, el contrato psicológico ha emergido como un concepto clave para entender las actitudes de la gente hacía el trabajo y la organización, su comportamiento y su bienestar psicológico, y se ha configurado como un modelo mental-teórico que puede explicar algunos acontecimientos en las relaciones laborales (Gracia, Silla, Peiró y Fortes-Ferreira, 2006). También se ha visto como el producto, de expectativas mutuas que frecuentemente antecede a las relaciones de trabajo (Levinson y otros,1962). Y en definitiva lo podemos definir como un conjunto de expectativas no escritas que operan en todo momento entre los miembros de una misma organización, destacando que la organización y sus miembros tiene no sólo expectativas explícitas sino también implícitas sobre lo que deben dar y obtener de la otra parte en la relación laboral (Shein, 1965).
Como afectan los cambios sistémicos al contrato psicológico
Durante los últimos años hemos visto como la crisis afectaba a casi todas las empresas y como los directivos pedían un mayor compromiso de los trabajadores hacia la empresa, que esforzarán en mejorar la productividad y que cuidarán de no malgastar los recursos de la empresa para optimizar la productividad. Pedir, comprometerse, esforzarse, cuidar, son verbos con una alta carga emotiva, el discurso en esta u otras formas mas o menos beligerantes, transmite a los empleados un mensaje en el que el lugar de trabajo deja de tener una importancia meramente mercantil, pasando a ser algo mas personal mas individual. El contrato psicológico se fortalece (en pos del laboral que se convierte en papel mojado). Aquí es donde los trabajadores cambian su manera de pensar y producir para la empresa como algo físico y ajeno, para producir para salvar algo, como los soldados cuando luchan por su patria.
Este cambio de paradigma debería conllevar modificaciones en el modo de actuar del equipo directivo, que evidentemente nota que las tasas de productividad mejoran por la alta motivación de los empleados. Sin embargo, son muchos los casos en los que esto no se correlaciona, y aunque el esfuerzo de la plantilla es grande, los jefes, no empatizan ni valoran la sobrecarga laboral. Por lo que no es de extrañar que surja una total desintonía entre ambas entidades. Lo cual se agrava si al final la misión de salvar la empresa no ha prosperado y todo el sacrificio llevado a cabo ha sido inútil. No es de extrañar que toda esa carga emocional se torne en negatividad y veamos como muchos trabajadores emplean su furia contra los mismo que les pidieron una mayor involucración en la empresa.
En cualquier entorno una petición (o exigencia encubierta) tiene que ser soportada tanto por el que la realiza por el que la propone. Esa sintonía hace tanto que un hijo respete las consignas de su padre de ser ordenado (siendo el padre el primero en hacerlo), como que los ciudadanos de un país soporten un recorte de prestaciones sociales. En caso de no darse esto la rebeldía, la rápida desaparición de la motivación y las emociones asociadas al sentirse engañado y sometido, aparecen siendo peor el remedio que la enfermedad.
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